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martes, 8 de abril de 2014

CULTURA ANCESTRAL

TOKI ONGOY
Taki Ongoy (en quechua: "La enfermedad del canto") es un álbum editado en el año 1986 por el cantautor argentino Víctor Heredia.
Se trata de una obra conceptual que recuerda al movimiento indígena político y cultural del mismo nombre (también escrito Taki Unquy), surgido en los andes peruanos durante el siglo XVI contra la reciente invasión española y del que participaron los artístas Juan Carlos Baglietto, Jorge Fandermole y Mercedes Sosa.
La obra alterna piezas musicales con narraciones que van describiendo la historia de los pueblos originarios de América desde la época precolombina hasta la actualidad, desde la perspectiva histórica de los indígenas oprimidos en lucha por su identidad y su libertad.

Según describe su autor, la obra fue mal recibida por la Iglesia Católica; el obispo de la ciudad bonaerense de Lomas de Zamora, Monseñor Desiderio Collino, pidió la excomunión del autor,mientras que el embajador español ante Argentina habría sugerido al gobierno de Raúl Alfonsín que la prohibiera.
El álbum fue reeditado en 2006, para su vigésimo aniversario, año en que Víctor Heredia ofreció una serie de recitales en el Teatro Opera. Ese mismo año la obra fue declarada de Interés Educativo por el Ministerio de Educación de la nación.
http://youtu.be/HzQ9-WMUpcU

Taki Ongoy significa, en quechua, “canto enfermo”, y así se llamó el movimiento de resistencia que lideró Túpac Amaru, que reivindicaba el regreso a las fuentes culturales incas. Esta historia está contada y cantada en esta obra integral, que abarca también las rebeliones de los Valles Calchaquíes y el devenir de alguno de sus líderes, como Juan Chelemín –“un héroe olvidado”, advierte Heredia–, quien fuera muerto descuartizado. A más de 25 años de su estreno, el cantautor recuerda en diálogo cómo pensó esta obra y el particular impacto que tuvo en su carrera. Cuenta que en su afán por contar bien esa “otra historia” llegó hasta el recordado antropólogo y arqueólogo Alberto Rex González, mostrándole, no sin cierto orgullo entusiasta, lo que tenía hecho hasta el momento. “¿Qué le parece, maestro?”, dice que le preguntó. “Me parece que vamos a tener que estudiar”, fue la respuesta que recibió, lapidaria. Rex González le marcó lo que todavía faltaba “descubrir” en el relato histórico que implicaba Taki Ongoy. “Así que volví a ser un estudiante universitario, leí mucho, busqué fuentes, llegué hasta los archivos de la Universidad Complutense de Madrid, hasta los escritos de los propios escribas españoles que llegaron con Cortés. El me tomaba examen, me seguía muy de cerca. Le pregunté: ‘¿Y por qué se preocupa tanto por esto?’. Finalmente yo no era alumno suyo. ‘¡Porque lo van a querer matar! –me respondió–. Van a revisar cada línea buscando algún mínimo error.’ Y así fue”, cuenta Heredia.
Quienes suponen que la historia puede ser contada desde una sola posición, desde un solo punto de vista, se equivocan, por eso no pretendo que esta que presento aquí sea la única versión. No lo es, está es la de los vencidos, o por lo menos la de los que aparentemente han sido derrotados, el reverso de la moneda que hasta hoy nos han mostrado los supuestos vencedores; pues habría que preguntarse hasta que punto ha sido vencida una cultura que subyace en nuestra memoria colectiva y pugna tozudamente por perdurar a través de los siglos y lo consigue con la permanencia de sus ritos y creencias ancestrales, con la permanente vigilia de quienes son descendientes directos de los que alguna vez fueron dueños de estos territorios y del continente entero, con la inevitable emoción que nos embarga cuando el sonido de una quena, un erke, un sikus golpea nuestro corazón y nos remite involuntariamente a una zona que nuestra memoria reconoce, dolorida y melancólica, como si ese sonido perteneciera a un bello pasaje de nuestra vida anterior.
Y así debe ser: quizá algunos de nosotros haya sido parte de ese sonido que aleteo en el aire claro de las cumbres andinas cientos de años atrás y también porque no, de aquel español taciturno, valiente y ambicioso que se aventuró hasta estos confines a pesar de sus temores, movido por su sed de riqueza y conquista.
Estamos hechos, pues, de los dos barros: del indio y del español. Lo que deberíamos averiguar de una vez por todas a esta altura, es quienes somos: ¿ los conquistadores o los conquistados? Si estamos en este continente de paso o si formamos parte de él, en definitiva si esta es nuestra casa. Si así fuera, no cabe duda de que nuestra posición es la de los vencidos, ya que hechos como los que aquí narro se han sucedido a lo largo de toda nuestra historia en una interminable repetición de horrores y calamidades sociales, económicas y políticas, que nos hermana inevitablemente con los primeros pobladores de este continente, avasallados desde la conquista.
No trato de ofender a nadie con esta obra: solamente respondo a interrogantes que mi conciencia plantea respecto de mi posición frente al actual estado de las comunidades indias de América.
Quiero saber hasta donde mi sangre puede asumir el compromiso que tengo con mi tierra y mis hermanos frente al dolor de los que, con nuestra ignorancia , inocente en algunos casos , hemos discriminado como si fueran ellos los culpables de su propia desgracia, cuando en realidad son la llama viva de nuestra conciencia, lo poco que queda de nuestra antigua dignidad, de nuestra bella cultura.
No intento hacer aquí anti-hispanismo: únicamente contribuir a conformar un todo agregando la parte que faltaba.
Una abuela india y un abuelo español transitan por mi sangre. Para que naveguen felices quiero darles un curso firme, apoyado en el respeto y el amor por mi propia cultura, tratando de entender por qué festejó todavía fechas que representan la muerte y el aniquilamiento de bellísimas expresiones artísticas que son parte del patrimonio cultural universal, y de sus creadores que fueron justamente mis antepasados.
América vive y yo soy parte de este cuerpo que se niega a festejar cuando en realidad quiere llorar.
Deseo ese respeto. Necesito la autocrítica porque nuestro futuro se erigirá con hombres conocedores de la verdad y fieles a ella.
Si no comprendemos que ya somos libres jamás alcanzaremos la verdadera independencia.
 VICTOR HEREDIA
SIGNIFICADO DE TAKI ONGOY
El Take OnKoy ( llamado tambien Take onqoy, Taki unquy o Taki ongoy) significa en Quechua,enfermedad del baile y canto". El Take oncoy se origino en la zona de lucanas y se propago por la provincia de Vilcashuaman, parte de Andahuaylas, Aimaraes, Parinacochas y Angaraes. Desde 1560 hasta 1572, fue impulsado por algunos sacerdotes andinos. Estos predicaban el Retorno de las Huacas, el Espíritu de los Cerros Sagrados y su posible victoria sobre el Dios de los cristianos y por lo cual pedían a los originarios que habían dejado su religión por la de los españoles se arrepintieran y abandonaran todo tipo de contacto con la cultura española o serian destruidos.
Segun los sacerdotes del Take Oncoy, los españoles habrian ganado inicialmente, porque su dios cristiano vencio a los dioses andinos, pero ahora estos habrían resucitado y estaban en condiciones derrotarlo, y de esta manera el mundo iba cambiar radicalmente para bien de los andinos ( que iban recuperar su libertad) y la destrucción de los invasores. Estos sacerdotes eran gente que decían estar poseídos por las Huacas y llegaron a convencer a muchos originarios, que le rendían pleístesia y les daban alimentos. Otro razgo que caracterizaba a estos sacerdotes era que danzaban hasta quedar exhaustos de aqui que su movimiento fue conocido como Taki Oncoy ( enfermedad del baile y canto). Este movimiento expresaba preocupación por la perdida de la identidad de la población andina.
 La reacción de la población andina ante la invasión no fue pasiva, como sugieren algunas crónicas, fue también de tipo cultural e ideológica. Frente a un enemigo tecnológicamente superior, se desarrollaron formas de resistencia compatible con su condición de pueblo oprimido, como la formación de guerrillas, basadas en el uso de la sorpresa y en un ataque de desgaste frente al enemigo. A fines de la resistencia encabezada por los últimos incas del Vilcabamba (entre 1560 y 1570), se efectuó el primer movimiento milenarista, se aspiraba retornar al pasado agrícola y cultural, conocido como Takioncoy.

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