1856 - En esa fecha el
administrador de Correos de La Rioja, José Maria Jaramillo, en respuesta a una
circular nacional en la que se hablaba del mal desempeño de los postillones
necesarios para el buen desarrollo de las mensajerías, elevaba la nómina de los
12 postillones que necesitaba el servicio en La Rioja: 9 en Capital y 3 en
Villa Argentina. Los postillones se eximían del servicio militar mientras
trabajasen como tales.
Postillón era el mozo que iba a
caballo delante de las postas, ganado o viajeros para guiarlos.
Los postillones estaban
subordinados, no solo al maestro de postas de quien dependían, sino a los demás
en cuyas paradas se encontraban, en todo lo que concernía al buen servicio del
ramo. En los viajes, dependían igualmente de los mayorales de las sillas
correos y de los conductores de la correspondencia pública. No podían excusarse
de servir los viajes que les correspondían, ni estaba permitido que los
beneficiaran o cedieran a otros. Los postillones de número estaban exentos del
servicio de conducción de veredas y presos.
En cada parada había
constantemente un postillón de guardia que era el primero en turno para correr
y en el momento en que llegaba cualquier relevo, avisaba a sus compañeros para
que se ocuparan en ensillar los caballos si fuese a la ligera o enganchar el ganado
al carruaje si fuese en ruedas.
El número de postillones se
arreglaba al de las caballerías de la dotacion de la posta, no pudiendo exceder
los de planta, según la legislación española, de cuatro en cada una de las
paradas de línea general y de tres en las trasversales de primer orden.
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