1859 - Por ley número 72 la
legislatura aprueba la compra de una imprenta para la provincia, acordando
además un crédito de 1.200 pesos al presupuesto vigente para cubrir los gastos
que demande la redacción y edición del periódico “La Patria”. El gobierno
nacional supo comprender la sentida necesidad que tenía La Rioja de una
imprenta, al subsidiar su compra y conceder más dinero a los fines de su puesta
en marcha. Por primera vez La Rioja contó con una imprenta de segunda mano pues
la misma había sido comprada en San Juan. Los primeros tiempos del periodismo
riojano motivaron algunas cuestiones realmente jocosas y periodista director y
demás actividades que dirigió el periódico “La Patria” era no solamente su
redactor sino su impresor y distribuidor y cuenta las crónicas que una vez
distribuido el mismo salía a averiguar entre sus lectores lo que le había
parecido lo escrito en el periódico de esa época. Habló largo y tendido hasta
principios de siglo el escritor chepeño Luis Fernández Zarate al escribir una
obra del el periodismo riojano de estos primeros 50 años que nunca fue
publicada. En determinada época el propio director de un periódico debió huir
de la provincia pues fue perseguido por el gobierno por comentarios que estimó
no eran pertinentes. El primer periodista
al que se puede denominar como tal que dirigió el periódico “La Patria” fue
Ramón Rosa Bravo.
1860 - El gobierno provisorio
convoca a elecciones para elegir diputados departamentales. Como una muestra de
la importancia que tenían en ese entonces departamentos que luego perderían la
misma y una expresión de la distribución demográfica de los riojanos, los
representantes a elegir eran: En capital, un propietario y un doblante o
suplente; Famatina: dos propietarios y un suplente; Arauco, un propietario y un
suplente; Vinchina, un propietario y un suplente; Guandacol, un propietario y
un suplente; Costa Baja de los Llanos, dos propietarios y dos suplentes; Costa
Alta de los Llanos, un propietario y un suplente. Esta distribución en la
legislatura señala (y seguiría siendo así durante mucho tiempo) que el
meridiano poblacional de La Rioja no pasaba por su capital sino por el oeste
riojano y que departamentos que hoy son de escasa población tenían por aquel
entonces un peso significativo. Y esto es fundamentalmente no solamente por la
actividad minera que era intensa, (no debemos olvidar que el gremio de mineros
del Famatina con cerca de 300 integrantes y un diputado de minas que los
representaba puede ser considerado el primer gremio existente en el país), sino
por el intenso tráfico de ganado hacia Chile pues el comercio de la provincia
era con ese país más que con Buenos Aires o provincias vecinas, ese importante
tráfico comercial y de bienes de todo tipo duró en gran parte hasta la llegada
del ferrocarril en 1898 a Chilecito cuando la provincia cambió la orientación
de su comercio haciéndolo hacia el puerto. Por los pasos cordilleranos tanto de
La Rioja como de Catamarca entraba toda clase de productos: trajes, ropa en
general, tejidos, artículos de lujo, pianos y todo lo imaginable. Además en
Famatina se cultivaba alfalfa, para el ganado en transito y trigo en cantidad
que hacía por ese entonces de la provincia una productora de trigo para cubrir
sus necesidades y las de otras provincias.
1858 - El gobernador Bustos
informa a la legislatura el cumplimiento de una disposición del Gobierno
Nacional sobre integración del contingente riojano. “En cumplimiento de dicha
superior resolución –dice el gobernador–, he tomado de los departamentos de
Famatina y Arauco, los hombres que por su juventud, robustez y estado de
soltura llenaban las condiciones de las órdenes del Gobierno Nacional para los
soldados del contingente, sin gravar en nada a la Provincia, pues que todos los
gastos son de cuenta del Gobierno Federal. Se han tomado todas las medidas
necesarias hasta poner en marcha 63 hombres completamente uniformados. Se han
pagado a plata y por su justo valor todos los recursos tomados y los servicios
exigidos a los ciudadanos”. Por ese entonces el gobierno nacional presidido por
Urquiza carecía en realidad de suficientes recursos pero ello no obstante
movilizaba a las provincias de la Confederación para seguir enfrentando a
Buenos Aires. Cepeda y luego la batalla de Pavón marcaría el final de esta
primera década de la nación ya constituida desde 1853.
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