Un aporte para la construcción cultural y social desde la Dirección de Extensión Cultural de la Función Legislativa a los 30 Años de la Recuperación de la Democracia.
La expresión derechos humanos
refiere aquellos intereses protegidos por el orden jurídico que son esenciales a la condición humana. No se trata
predominantemente de una legislación nueva ni de una nueva hermenéutica
judicial. Ninguna de estas funciones del Estado ha cumplido un papel activo,
menos aun hegemónico, en la aparición del fenómeno. De modo que la definición
que encabeza el párrafo solo enmarca y clasifica la materia en el amplio campo
del Derecho. Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol.
En cambio, la novedad radica en que en el orden mundial y en las últimas
décadas en relación a estos derechos se ha despertado y consolidado un interés
colectivo en torno a su vigencia, o sea, a su efectiva protección. Pero, cabe
notar, todo interés que supera el ámbito privado y alcanza una dimensión
colectiva tiende a expresarse como movimiento social, como movimiento de
opinión y como acción. Y cuando es así se manifiesta siempre bajo un cierto
grado de unidad de concepción y de unidad de acción. De ahí que se hable con
toda propiedad de movimiento de los
derechos humanos.
*
Ahora bien, si hablamos de movimiento social no estamos expresándonos ya
respecto de un tema estrictamente jurídico sino de un fenómeno de carácter político. Así, entonces, es como
movimiento social, como fenómeno político, que se expresa la novedad del tema
de los DD. HH. Novedad más elevadamente auspiciosa aun por el hecho de que no
es hoy la política el campo donde se expresan las más elevadas realizaciones de
la cultura civilizada y de la racionalidad humana.
*
En la Argentina el movimiento por los DD. HH. ha tenido un despliegue
notable. No hay otro país en el mundo víctima de genocidio a manos de sus
propios gobernantes en el que la movilización popular reclamando el respeto a
los intereses elementales de la gente, demandando conocer la verdad sobre el
genocidio perpetrado recientemente, exigiendo revertir la impunidad de los
poderosos que contrasta injuriosamente con el celo por la punición injusta o a
veces injustificada de los simples miembros de la sociedad, no hay otro pues en
el que la movilización haya sido tan consecuente. Ha tomado el aspecto de un
fenómeno ejemplar, de vanguardia. Esto, como resultado final hasta hoy, pues no
ha sido parte menor de este triunfo del impetuoso movimiento social argentino
el haber tenido que echar abajo los diques interpuestos por las políticas de
desmovilización, concretadas por las tentativas supremas del Estado nacional de
imponerle al movimiento la doctrina del Punto Final y la Obediencia Debida así
como la del beneficio del Indulto a los responsables del genocidio.
El movimiento de los DD.HH, expresión política de la dinámica social, nutre
la experiencia colectiva en el marco del régimen de vida democrática que ha
recuperado la sociedad argentina hace treinta años. Pero, más allá del efecto
concreto y positivo de las sentencias judiciales que han conmovido a la opinión
pública del país y del mundo, esta vasta experiencia colectiva del pueblo
argentino generada por la acción militante del movimiento social por los DD.HH,
ha repuesto un estado de salud moral, de fortalecimiento espiritual, ha
reinstalado un sentimiento de dignidad personal y de dignificación del otro
como condición de un orden social apto para garantizar la vida humana.
Ahora bien, dado que el marco completo de la cultura universal, en el plano internacional y en el local, se inclina
hoy con todo su peso y de manera irreversible y catastrófica a subordinar los más altos valores humanos a
la hegemónica supremacía de los valores
de mercado, esta reivindicación parcial, reducida a solo algunos aspectos de
los DDHH, esta limitada experiencia
argentina que sin embargo contradice abiertamente aquella tendencia general,
ennoblece a nuestro pueblo y lo hace merecedor de reconocimiento y homenajes.
Cabe, pues, repetir: Al gran pueblo
argentino, ¡salud!
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