En el año 1854 gobernador Gómez
nombraba Ministro General de Gobierno al ciudadano Nicolás Dávila. Retornaba a
la escena pública el glorioso jefe de la expedición riojana a Copiapó de 1817
que las prolongadas guerras civiles habían llevado al ostracismo.
BREVE BIOGRAFÍA DEL CORONEL
NICOLÁS DÁVILA
El coronel Nicolás Dávila nació
en Nonogasta el 6 de enero de 1786. Siendo Comandante Militar de Famatina
organizó, cumpliendo instituciones del general San Martín, la Expedición
Auxiliar del Ejército de los Andes, destinada a distraer las fuerzas realistas.
El 15 de enero de 1817 tuvo
listos dos escuadrones de 60 soldados cada
uno, más de 200 llanistos y 12 soldados de línea enviados por el General Belgrano desde Tucumán.
En su condición de segundo jefe
de la expedición, y con el grado de Capitán, salió de Nonogasta el 22 de ese
mismo mes, siguiendo por Gaundacol, la quebrada de Zapallar y el paso de Come
Caballos, penetrando en territorio chileno, donde ocupó Copiapó el 14 de febrero.
En reconocimiento de esa hazaña
fue condecorado por el Gobierno de las Provincias Unidas, el 24 de noviembre,
con medalla a los Vencedores de Chacabuco.
Ejerció el Gobierno de La Rioja
desde setiembre de 1821 al 9 de marzo de 1823 fecha en que la Sala de
Representantes dio por terminadas sus funciones. Se distinguió por su rectitud,
honestidad y gran energía. Fue uno de los primeros propulsores del cultivo del olivo
en Arauco.
De sus divergencias con el
General Quiroga resultó el traslado del gobierno a Nonogasta y su posterior
derrota en El Puesto, a una legua de la ciudad de La Rioja, donde pereció su
hermano Miguel.
No era hombre de ocultar sus
convicciones y así, en las luchas civiles del pasado, se pronunció
decididamente por los unitarios, afrontando toda clase de peligros.
Depuesto Rosas y durante el
gobierno de Francisco Solano Gómez desempeñó el cargo de Ministro General desde
1854 a 1857.
Vivió sus últimos días dedicado
al cuidado de su finca, podando sus viñas y dirigiendo el riego de sus plantas.
Sus nietos, entre los que se
encontraba el ilustre Joaquín Víctor González, recordaban su estampa patriarcal
y sus barbas bíblicas, allá en la paz de la aldea, venerado por los suyos y
aureolado por la gloria de haber sido soldado del Padre de la Patria.
Se apagó su vida a los 90 años,
en Nonogasta, el 20 de mayo de
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