1868
- El gobernador interino Nicolás Barros, al reasumir su cargo luego de la
asonada del 18 de agosto por parte de las fuerzas varelistas que lo obligaron a
huir, dirige al general Octaviano Navarro, subinspector encargado de la
pacificación de la provincia, una nota: “Me encuentro en esta ciudad en actitud
de continuar en el desempeño del cargo y al que tuve que abandonar por la
presencia en esta de la montonera encabezada por Elizondo. Desconociendo como
desconozco todos los actos que durante mi ausencia han dimanado de la
montonera, que la motivaron, le aviso a Usted a fin de que no les reconozca a
las autoridades creadas por la rebelión en otro carácter que de sediciosos y
traidores a la patria”. Las cosas volvían a la normalidad mitrista. Estaba
terminando la década del 60 y la provincia luego de los reiterados fracasos de
las fuerzas federales volvía a un estado de “paz forzada” pero que muchos,
derrotados o triunfadores deseaban fervientemente. Ya La Rioja por esa época
mostraba las lamentables consecuencias de haber sido casi el centro exclusivo
de los alzamientos federales, mereciendo por tal actitud heroica el peor de los
tratos por el gobierno nacional pudiéndose observar ello en pérdidas de
cosechas en el avance del desierto sobre sus viñedos, en la muerte de
centenares de labriegos, arrieros, y pueblo humilde que habían seguido tanto
las banderas de Peñaloza como las de Varela.
1939
- El entonces gobernador de la provincia en nombre de La Rioja, Catamarca y
provincias del noroeste carecientes o pobres, en esa fecha envía una extensa
carta a los senadores riojanos Héctor González Iramain y Raúl Ceballos Reyes
que es quizá uno de los documentos más significativos de la historia
provincial. Decía en la misma: “La gravedad del problema económico de La Rioja,
sin solución posible con los medios y rentas de que ella puede disponer, me
induce a dirigirme a Ustedes, representantes constitucionales de la misma en el
Senado de la Nación, para pedirles quieran solicitar la indispensable
colaboración, primero de estudio en el Honorable Senado y luego de acción
legislativa, que allí mismo se promovería para resolverlo”.
El
llamado del gobernador riojano provocó la inmediata reacción del Senado
Nacional que envió una comisión compuesta por los senadores González Iramain,
Alfredo Palacios y Villafañe que recorrieron ambas provincias comprobando el
estado de verdadera pobreza y necesidades. De esta visita surgió una verdadera
catarata de leyes que beneficiaban a las mismas aplicadas a infraestructura
hidráulica, usinas hidroeléctricas, caminos, represas, etc. quedando algunas y llevadas
a cabo y otras que quedaron en el papel pero que sirvieron y mucho a que la
nación comenzara a interesarse más por estas provincias abandonadas. El informe
que suscribiría el senador Palacios publicado posteriormente como libro es un
documento cruel y veraz de la situación escandalosa en la que vivían los
pueblos de esta región: trabajos miserables, casi absoluta carencia de
infraestructura sanitaria, enfermedades endémicas como el paludismo, la
tuberculosis, etc, constituyen uno de los aportes más singulares a lo que
podríamos denominar “La literatura de la pobreza”.
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