Se estima que en 2008 unos 347
millones de personas en todo el mundo tenían diabetes, enfermedad cuya
prevalencia va en aumento, especialmente en los países de ingresos bajos y
medianos. En 2012 esta enfermedad fue la causa directa de unos 1,5 millones de
defunciones, de las que más del 80% se produjeron en países de ingresos bajos y
medianos. Según las previsiones de la OMS, la diabetes será la séptima causa de
defunción para 2030.
La diabetes es una enfermedad
crónica que se produce cuando el páncreas no produce suficiente insulina, o
cuando el cuerpo no puede utilizar eficazmente la insulina que produce. La
insulina, una hormona que regula el azúcar en la sangre, nos aporta la energía
necesaria para vivir. Si no puede llegar a las células para convertirse en
energía, el azúcar se acumula en la sangre hasta alcanzar niveles
perjudiciales.
Existen dos formas principales de
diabetes. Las personas con diabetes de tipo 1 generalmente no producen
insulina, por lo que necesitan inyecciones de insulina para sobrevivir. Las
personas con diabetes de tipo 2, que representan el 90% de los casos, suelen
producir su propia insulina, pero la cantidad es insuficiente o no la pueden
utilizar apropiadamente; por lo general tienen sobrepeso y son sedentarias, dos
circunstancias que aumentan sus necesidades de insulina.
Con el tiempo, la hiperglucemia
puede poner en peligro a todos los órganos principales del cuerpo y provocar
ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares, neuropatías, insuficiencia
renal, ceguera, impotencia e infecciones que pueden necesitar amputación.
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