San Blas de los Sauces consigue
su autonomía en el año 1866 y se convierte en un departamento ubicado de la
provincia de La Rioja, tiene 1.590 km² y limita al norte con la provincia de
Catamarca, al este con los departamentos Arauco y Castro Barros y al sur y
oeste con el departamento Famatina.
Lo integran las localidades de Alpasinche,
Amuschina, Andolucas, Chaupihuasi, Cuipán, Las Talas, Los Robles, Salicas, San
Blas, Shaqui, Suriyaco y Tuyubil.
Esta región, conocida como Valle
Vicioso en tiempos de la conquista, albergaba abundantes cultivos de tiempos
inmemoriales, así como una riquísima espiritualidad, que se traduce en fuertes
presencias.
Una de ellas es la de las
apachetas, culto a la Pachamama, que se divisan en la zona. Pero, sin lugar a
dudas, la manifestación más importante de la espiritualidad es la fiesta de San
Blas. Cada 3 de febrero, la iglesia del pueblo -construida en 1732- congrega a
peregrinos de los cuatro puntos cardinales. El Santo Patrono de las gargantas,
año tras año, renueva su convocatoria en una curiosa celebración a la que
acuden, en busca de favores o para agradecerlos, personas que necesitan de su
voz. Locutores, cantantes y actores elevan sus plegarias, para terminar
convirtiéndola en canto, con lo que la Fiesta de San Blas se transforma en un
auténtico festival de la canción.
Claro que, además de esta muestra
del fuerte culto cristiano, la región alberga restos de culturas anteriores.
Como el Pucará (también conocido como Tamberías) de Hualco, una impresionante
muestra de lo que era el imperio Inca.
A lo largo del Camino del Inca,
numerosos centros administrativos conformaban la intrincada organización del
Estado. Uno de ellos se encontraba en Hualco, donde hoy sus ruinas atraen la
atención de expertos, que se han abocado a su reconstrucción.
Hualco custodia los recuerdos de
esta antigua fortaleza precolombina, testimonio de la vida de quienes habitaron
la región antes de la llegada del español. Cuenta la historia que a medida que
los primitivos moradores perdían sus tierras se gestaba la rebelión. Hacia
1630, la furia contenida se hizo guerra, que terminó con la derrota y la adopción
del sistema de encomiendas.
Pero Hualco no habla de
sangrientas batallas, sino de la paz que la precedió. Espacios demarcados por
gruesos muros de piedra albergan viviendas, corrales y hasta un sistema de
desagües que asombra a los urbanistas de la modernidad.
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