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miércoles, 17 de abril de 2013

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DE PEDRO IGNACIO DE CASTRO BARROS

Pedro Ignacio de Castro Barros falleció en Santiago de Chile el 17 de abril de 1849. Fue sacerdote y político riojano, miembro de la Asamblea del Año XIII y del Congreso de Tucumán, quien en representación de La Rioja, declaró la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata el 9 de julio de 1816.
 


Pedro Ignacio de Castro Barros nació en Chuquis, La Rioja, en el departamento que lleva su nombre, el 31 de julio de 1777. Fue el último hijo del matrimonio formado por un salteño, Don Pedro Nolasco de Castro y Paz y de una riojana, Doña Francisca Jerónima Barros Aguilar.
Habiendo sentido el llamado de Dios al sacerdocio, es ordenado en 1800, por Monseñor Ángel M. Moscoso.
Diputado por La Rioja ante la Asamblea del Año XIII y después ante el Congreso de Tucumán, el 3 de mayo de 1816 Castro Barros ejerce su presidencia y le toma juramento a Pueyrredón como Director Supremo. También en esa condición firma en 1817 el “Manifiesto a las Naciones”, documento donde se explica el por qué de la independencia patria.
El 9 de julio de 1816, a continuación de la jura de la Independencia, es elegido entre los 11 sacerdotes diputados para predicar el Tedeum.
 
Luego de años de intenso trabajo eclesiástico, en 1841, viaja a Chile donde el Arzobispo Vicuña lo acogió con gran amabilidad y hospitalidad. Durante cuatro años sufrió los padecimientos de una cruel enfermedad, falleciendo el 17 de abril de 1849. Santiago le dio sepultura digna, primero en la Recoleta y luego en la Iglesia del convento de Las Rosas donde lo llevó su sobrino nieto que hacía de secretario, el Padre José Vitaliano Molina.
En 1923, cuando asume como Vicario Foráneo Monseñor Vicente Ferreyra, la provincia le da un gran impulso a la repatriación de sus restos.
 
Durante muchos años sus restos estuvieron en una urna de mármol a los pies del crucifijo en el interior de la iglesia Catedral. El 17 de abril de 1949, por iniciativa del Obispo Froilán Ferreira Reinafé, y costeado por el clero argentino, fueron trasladados al actual mausoleo en el atrio de la Catedral riojana.

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