1592 - Solucionados los problemas
que se le presentaron en su segunda venida a La Rioja, Juan Ramírez de Velasco
parte ese día con destino a las minas del Famatina, llevando consigo 50
hombres, muchos indios amigos y 230 caballos dejando en la ciudad 30 habitantes.
El viaje fue hacia el sur unas veinte leguas, hasta llegar a Patquia actual y
de allí por el valle Antinaco-Los Colorados. “Conquistando muchos indios que no
estaban descubiertos hasta llegar al cerro de Famatina”. El viaje había
insumido diez días de marcha a un promedio, anota minucioso Efraín de La
Fuente, de cuatro leguas de marcha por día. Si bien no tenían mapas precisos
sobre la zona en la que entraban, es indudable que conocían bastante lo que
encontrarían por referencias, por algunos objetos de plata que habían conocido
y demás testimonios orales de nativos. Las expectativas de los colonizadores
fueron tan grandes como para creer que la riqueza del Famatina era similar a la
del Potosí. Ni en tiempos de la colonia ni de la república esas expectativas se
concretarían realmente pues la extracción del mineral era muy costosa y
sacrificada y aunque hacia 1870 la extracción de plata llegó a unos 50.000
kilos, nunca fue tan generosa para cubrir esto o para cumplir con este sueño y
desmintiendo de esta manera aquel viejo dicho que decía que “La Rioja era una
cenicienta sentada en silla de oro”. Quedó el dicho y la realidad, siguió
siendo cenicienta pero la silla de oro nunca existió.
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