Desde el comienzo de la década de 1990 la aviación comercial pasó a
desarrollar tecnologías que en el futuro convertirán al avión en un aparato
cada vez más automatizado, reduciendo gradualmente la importancia del piloto en
las operaciones de la aeronave con la intención de reducir los accidentes
aéreos causados por fallos humanos.
Tales transformaciones hacen de los ingenieros y mecánicos figuras cada
vez más determinantes en una industria que no cesa de innovar y sorprender.
Los fabricantes de aviones
continúan investigando posibles maneras de mejorarlos, convirtiéndolos en
aparatos cada vez más seguros, eficientes y silenciosos.
Al mismo tiempo, los pilotos, controladores aéreos y mecánicos cada vez
estarán mejor preparados y las aeronaves pasarán unas revisiones más rigurosas
con el fin de evitar accidentes por fallos humanos o mecánicos.
Una de las mayores maravillas de
la investigación radica en las nuevas fuentes de energía más limpias, como el
etanol, electricidad, o incluso empleando energía solar. Un emblema es el
Helios, un avión que funciona gracias a la energía que le proporciona el sol y
sus placas solares instaladas en toda su superficie alar. El Helios batió el
récord de altura en ese tipo de aparatos, y también es capaz de mantenerse
durante días en vuelo, lo que hace que en un futuro aviones similares puedan
ser empleados como satélites más económicos.
A pesar de los crecientes
problemas a los que se ha enfrentado la aviación en general, se cree que el
siglo XXI será un siglo de avances dentro del mundo de la aviación. Aviones y
cohetes ofrecerán ventajas únicas en términos de velocidad y capacidad de
pasajeros y de carga que no deben ser subestimados. Mientras las personas
tengan necesidad de transporte de un punto a otro del planeta a gran velocidad,
la aviación siempre será necesaria.
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