Fue el 12 de marzo de 1813 cuando
estando en marcha la asamblea general constituyente, se declaró por primera vez
que el emblema del escudo Nacional, a través de un sello que se venía empleando
desde que había dado comienzo la asamblea, sea el único símbolo representativo
del poder ejecutivo de allí en más.
No se sabe con certeza quien lo
diseñó en su contexto pero la disposición de sus figuras y el significado de
todo el conjunto se puede resumir en el gorro frigio, el cual es un antiguo
símbolo de libertad y la pica evidencia el propósito de sostenerla, de ser
necesario, con las armas, en defensa de la soberanía nacional. Se considera que
los brazos que estrechan sus manos derecha en el cuadro inferior representan la
unión de los pueblos de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El sol
naciente, anuncia al mundo la aparición de una nueva nación. Los laureles son
símbolos heráldicos de victoria y triunfo y evidencian las glorias ya
adquiridas en Suipacha y en Tucumán, al igual que son nombrados en nuestro
himno Nacional.
La cinta inferior que une los dos
ramos de laureles, con los colores azul, plata (blanco) y azul, similares a los
de los dos cuarteles de la elipse, es alusiva a la nacionalidad argentina.
Todo apunta a tres cosas
Libertad, Gloria y Unión.
Con el tiempo, el escudo fue
víctima de distintos intentos de modificaciones, como disposición y formas,
cantidades de banderas, orientación de un elemento u otro, lo cual llevo a la
necesidad de reglamentarlo y dar fin a tanta diversidad de opiniones
enfrentadas de hecho, con lo cual el Decreto Nº 10.302, dictado el 24 de abril
de 1944, en acuerdo general de Ministros, pone fin a toda esa carrera por
cambiar el diseño y lograr colocar en el Escudo Nacional, algún símbolo que
representase al sector, movimiento o religión en cuestión.
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