1975
– Muere Gabino Coria Peñaloza en Chilecito (La Rioja). Poeta, letrista,
escritor y periodista nacido en la localidad de La Paz (Mendoza) el 19 de
febrero de 1881. Tenía 94 años de edad.
Descendiente
del célebre caudillo riojano General Angel Vicente Peñaloza (El Chacho).
Colaboró
en diarios y revistas con verso y prosa, entre las cuales la siempre recordada
Caras y Caretas, y por 1923 acompañó a Julios Díaz Usandivaras en la fundación
de la revista Nativa.
Publicó
los libros de poesías Cantares y La canción de mis canciones en 1939 y El
profeta indio en 1950.
En
la canción popular debutó en 1920; recordando el caso dijo así: «A Filiberto lo
conocí en la vía pública, en Florida al 300, para más señas, bohemiamente, y me
lo presentó Quinquela Martín allá por el año 1919 y entramos a colaborar al
poco tiempo, como que “El pañuelito” es de 1920».
Con
el nombrado gran maestro nos legó sus mejores páginas, dos de ellas inmortales,
“El pañuelito” y “Caminito”, y también “La cartita”, “El besito”, “El ramito”,
“La Vuelta de Rocha”, “La tacuarita”, todas grabadas por Carlos Gardel, como
asimismo “Margaritas” tango del cual refirióse de esta manera: «En el primer
gran concurso del tango canción organizado por la firma Max Glücksman,
grabadora de discos, allá por el año 1928, hubo un revuelo grande en el
ambiente de la canción popular porque se movilizaron autores y compositores,
instrumentistas, editores, todos los cuales entraron en acción de inmediato y
con gran entusiasmo.
«Y
no era para menos, pues se había establecido un Gran Premio de Honor y mil
quinientos pesos a la canción triunfadora. Entonces $ 1500 venía a ser 1500
dólares, pues nuestro peso estaba casi a la par del dólar en ese entonces
«A
mediados de 1928 se abrió la inscripción de piezas que alcanzó un volumen de
más de cuatro mil composiciones, estando ya en funciones la comisión
seleccionadora, la que no tardó en organizar la primera ronda.
«Por
cierto que Gardel y Razzano que tenían entrada libre a la casa, podían captar
algo de lo que susurraban las comisiones y por lo mismo nos soplaban a los
autores y compositores de lo que oían.
«En
la primera ronda apareció punteando “Margaritas”, cosa que Carlitos me hizo
saber mucho antes de que se hiciera público. Cuando me lo dijo me recomendó
silencio absoluto, que guardé religiosamente.
«Debían
elegirse tres composiciones y hecha la selección final, las canciones elegidas
fueron “Misa de once”, “Prisionero” y “Margaritas”. Carlitos grabó las tres,
pero había que saber cuál de ellas sería la ganadora y en eso llegaron las
fiestas de fin de año y el jurado fijó el día en que haría conocer su fallo.
«Larga
y nerviosísima fue la espera para los que figurábamos en la terna triunfadora,
pero Gardel, después de la grabación, me dijo con toda convicción que
“Margaritas” era superior a las otras, que la casa grabadora se inclinaba por
ella y eso fue un gran alivio para nuestros nervios.
«Y
el día llegó. Fue una tarde de enero de 1929, tarde en la que se reunió el
jurado a las 17 horas y dio su veredicto: Gran Premio de Honor a la canción
“Margaritas” de Coria Peñaloza y Moreno González, que era un muchachito con las
piernas cortadas por un tranvía, pero de familia bien, como que era hijo de un
embajador paraguayo, como el mismo y todos sus familiares.
«Fue
una tarde inolvidable y una noche ídem. Nos dimos cita en el restaurante
Condall para cenar juntos, Carlitos, Razzano y yo. Carlos tenía que cantar esa
noche en un cine lujoso de la avenida Gaona. La cena transcurrió comentando la
obtención del premio de honor con “Margaritas” que estrenaría esa misma noche
en el biógrafo referido. Con la alegría, nos excedimos un poco en el generoso
espumante y al ver la hora nos levantamos de golpe. El más fresco era Carlitos
y el más cargado era yo.
«En
el escenario se afinaron las guitarras y como terminó el intervalo, entró
Gardel con sus guitarristas recibiéndolo un nutrido aplauso, como siempre.
Cantó tres piezas y el espiker anunció al público que el Zorzal estrenaría la
nueva canción que terminaba de ser premiada con el Gran Premio de Honor la que
hacía Carlos por primera vez en público y especialmente para el reunido allí.
Aplausos, expectativa y gran silencio.
«Trinaron
las guitarras y empezó el canto. Siguió; repitió el estribillo para terminar y
se puso de pie. Estalló el aplauso, Carlitos se inclinó dos o tres veces y
girando sobre sí mismo traspuso el telón donde lo esperábamos Razzano y yo, y
se arrojó en mis brazos sollozando, cosa que no pude resistir, por cierto, y
entré en dúo, el que duró muy poco porque Razzano se abrazó a nosotros y se
hizo el trío de sollozantes y en eso estábamos cuando entró el espiker
gritando: "¡Por favor Carlitos! El público pide tu presencia!"
Entonces Carlos se secó las lágrimas con el revés de la mano y entró al
escenario».
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