Héctor David Gatica (1935) nació
en Villa Nidia, al sur de la provincia de La Rioja, donde creció en contacto
con el paisaje agreste de los Llanos a la par que asistía a la escuela de su
pueblo natal. Allí tomo contacto con los innumerables paisajes y personajes que
habrían de poblar la mayoría de sus obras.
Su afición al estudio chocó con
la prescripción médica de suspender la escuela por ciertos problemas de visión
que lo aquejaron desde niño. Este hecho no impidió sin embargo que su educación
siguiera adelante de manera autodidacta, ya que era un lector voraz y amante de
los clásicos.
Siendo adulto hizo la carrera
docente y se recibió de Maestro en 1968, año en el que contrajo matrimonio con
Noelia Carrizo, su compañera desde entonces. La joven pareja se instaló en una
villa muy pobre Mendoza (Barrio San Martín), donde ambos vivieron una
enriquecedora experiencia de vida en comunidad junto a otra gente como el padre
Llorens, de intensa actividad social. Al año siguiente regresaron a Villa Nidia,
donde David se desempeñó como docente. La escuela 112, la misma en la que había
estudiado, llevaba ahora el nombre de su madre: “Delia Durán de Gatica”, en
memoria de esta prestigiosa docente del pueblo. Al año siguiente, –recuerda
Gatica en el Prólogo de su libro La Carpeta vacía–: “pasé a la ciudad de La
Rioja, donde además de la enseñanza primaria –en la Escuela 177 denominada
primera ‘de la basurita’ y después ‘de los bomberos’–, estuve un año al frente
de una campaña nacional de educación del adulto, CREAR, como coordinador
provincial”. Durante su gestión se abrieron alrededor de 300 centros educativos
para adultos.
Comenzó a cursar “Ciencias de la
Educación” en la Universidad de La Rioja, carrera que debió abandonar con la
instauración de la dictadura 1976. Para entonces, ya se había relacionado con
los principales intelectuales de la ciudad de La Rioja, entre ellos, los
integrantes del grupo Calíbar que acogieron cálidamente a este callado joven de
los Llanos que compartía con ellos sus notables poemas. El golpe fue devastador
para la mayoría de los amigos de David. Algunos como Daniel Moyano y Ariel
Ferraro, debieron exiliarse; otros, como Ricardo Mercado Luna y Carlos Alberto
Lanzillotto, fueron encarcelados. La angustia de aquel período quedó plasmada
en las páginas de Los días insólitos, una de las obras más impactantes de este
poeta.
El restablecimiento de la
democracia lo encuentra trabajando junto a Ramón Navarro en la obra
discográfica que habría de constituirse en un ícono del cancionero provincial:
La Cantata riojana, obra de gran belleza musical y poética que reconoce como
hipo-textos algunas páginas de Juan Zacarías Agüero Vera, Dardo de la Vega Díaz
y Ricardo Mercado Luna.
La vasta trayectoria de Héctor
David Gatica incluye numerosas distinciones y premios literarios. Fue Director
General de Cultura de la Provincia de La Rioja, Miembro del Directorio de Radio
y Televisión Riojana, asesor cultural ad honorem del Municipio capitalino y
miembro del primer Consejo Consultivo para edición de la Colección “La Ciudad
de los Naranjos” de la Biblioteca Mariano Moreno, comisión ésta de fecunda
actividad que dirigió los doce primeros tomos de nuestra colección y organizó
el Concurso de Poesías del mismo nombre.
Incursionó en el periodismo
cultural con la fundación y dirección de las Revistas: “Alborada”, “Poesía
Amiga” e “Integración Cultural”. Esta última daría lugar a los cuatro tomos
homónimos que reflejan el quehacer artístico provincial a través de la
recopilación de notas aparecidas no sólo en las páginas de las revistas que
editaba el autor sino también en otros medios periodísticos y bibliográficos.
..................................................................................................................................................
El libro, editado por la
Editorial Alta Córdoba, se une a la profusa obra de Gatica, nacido en La Rioja
en 1935, autor de títulos como "Memoria de los llanos" (con quince
ediciones y traducido al italiano, inglés y francés), "Los días del amor", "País desvelado" y "Cantata
Riojana", musicalizada por su coterráneo Ramón Navarro y llevada al disco
en 1985.
Gatica, de quien se editaron a
inicios del 2000 sus "Obras Completas" en dos tomos que reúnen
poesías, cuentos y ensayos, dice ser un lector fervoroso de las denominadas
narrativas del yo -biografías, memorias, correspondencia, autobiografías-,
libros que -aduce- "me enseñaron mucho".
Sobre el origen de “Mis sueños de
aquellos días", cuenta que la idea de escribir un diario surgió cuando
cumplió 20 años: "El motivo no lo
sé; quizás mi soledad rilkeriana en la inmensidad de los llanos riojanos,
sintiendo la necesidad de contarle a alguien lo que me estaba pasando con la
poesía y no tener a quién, así el papel pasó a ser mi mejor confidente".
El riojano, a quien Atahualpa
Yupanqui definió como "un poeta que piensa con el corazón", agrega
que fue escribiendo a lo largo de 57 años su diario que ya tiene cerca de las
dos mil páginas: "Este es el primer tomo y resume el tiempo que viví en el
campo, las giras por América con mi revista Poesía Amiga, dedicándole un número
a cada país y un año de vida en una villa miseria".
Reconoce que el lapso que
comprende su libro de memorias (1956-1969) fueron cruciales en su formación:
"Así es, pues fui sumando la sabiduría existencial de la gente con la cual
convivía (hacheros, conductores de carros, carboneros, poceros, que además de enseñarme
humildad inspiraron varios de mis
libros), con abundante literatura universal".
Esos volúmenes llegaban, dice,
gracias al intercambio que posibilitó su revista Poesía amiga: "Libros de
todas las naciones de América y Europa, junto a las poesías que iba aprendiendo
para darle recitales a las sendas, los vientos, las aves, el campo, a la
madrugada o a la hora del crepúsculo".
La edición y difusión de Poesía
amiga en sus cinco años de vida no estuvo exenta de dificultades:
"Galopaba 15 kilómetros de Villa Nidia a Nueva Esperanza para despacharla
por una estafeta hacia América y Europa. Dediqué un número a cada país de
América, lo que resultó en la antología `Este canto es América`"; y remata
con humor: "Pensar que antes se usaba el `correo equino` y ahora todo es
por e-mail…".
El lenguaje de "Mis sueños
de aquellos días" cruza el dato autobiográfico con poesía, anecdotario y
reflexiones: "Un diario es la expresión escrita de lo que le va ocurriendo
al autor y sus circunstancias, como una cámara fotográfica que capta y guarda
el instante, lo imprevisible".
Las páginas del libro recogen una
experiencia que lo marcó: su labor como cartero en la población de San
Francisco, que se superpone a su oficio, el del poeta que reparte palabras
entre su gente: "Tenía 14 años, el sueldo no me alcanzaba para pagar la
pensión y tenía un jefe alemán y despótico. Llegué sabiendo telegrafía, pero no
se me permitía acercarme al manipulador".
El poeta recuerda que la
adversidad ("cuando no había telegramas para repartir le tocaba
limpieza") tenía su contracara en la práctica del ajedrez: "Fue mi
consuelo jugar con gente mayor y también releer las cartas de mi madre, lo cual
hacía a orillas del río cuando iba a lavar mi ropa".
Sobre algunos temas recurrentes
del libro -el campo, el tiempo, la amistad y la guitarra-, Gatica reitera su
amor por el paisaje riojano: Muchas veces he abrazado sus quebrachos y
algarrobos y los bauticé con nombres de amigos; en referencia al tema del
tiempo, digo con el poeta Lu Ki: `Es triste que ya queden pocos días delante /
es triste haber dejado tantos días atrás`".
"De la amistad, creo en esto
que un pasaje de La Biblia que transcribí en mi libro "Himnos Farisaicos:
Nada hay comparable con el amigo fiel. Y sobre la guitarra, recuerdo que
teníamos un trío con dos amigos; qué rancho no nos vio en su patio de tierra llevándole un pedacito de
alegría. Así escribí: `Y pongamos el canto / donde Dios lo olvidó".
En algunas páginas de estas
memorias Gatica hace referencia a un registro paralelo que llevó por años
y que tituló Los diarios de Villa Nidia,
un libro más cercano a la prosa narrativa que sus memorias y que en su momento
hizo que el poeta entrerriano Alfredo Veiravé viera a su autor en una labor de:
"Misionero de lo minúsculo y homenajeador de los millones que nacen o
mueren sin que el resto del mundo se entere".
Para Gatica su provincia es una
cantera lírica de voces de envergadura que pasan por sus ensayos y la media
docena de antologías que compiló: "La Rioja tiene a Joaquín V. González,
Arturo Marasso y, entre otros nombres a Ariel Ferraro, Lucía Carmona y los
poetas del grupo `Calíbar`, hasta llegar
a voces jóvenes actuales".
Poeta, narrador, historiador,
antologador, coplero, investigador, maestro, y editor, donde pone los ojos el
poeta está su querida provincia, a la que le dedicó estas líneas: "Rioja/
escondida en el pecho de la piedra famatina/ déjame que te explote con mis
versos/ para encontrar tu corazón minero".
Un mismo poeta escribe la Memoria
de los llanos y Los Fundadores del olvido,aquel que también retrata Los días
insólitos (poemas que denuncian el
genocidio argentino) y Los días del amor (pintura poética de la llegada de su
mujer y de sus hijos) Ese artista que crea País desvelado (el desasosiego
humano ante la matanza de la dictadura) e Himnos Farisaicos (que abreva en la
obra del pueblo de Dios) Un poeta que desde su pequeña comarca, Villa Nidia,
levanta la voz de su provincia con la Cantata Riojana y la voz de su continente
con Este canto es América. Héctor David Gatica, poeta riojano, lírico
universal.
Por esas cosas que tienen el
centralismo porteño y la sesgada idea de que somos hijos de los barcos, la
mayoría de los “protagonistas” de la cultura argentina desconoce la obra de
Gatica. Los auténticos intérpretes de la
cultura, no son los que hablan en aulas magnas, centros culturales o construyen
monumentos, sino los que día a día con sus trabajos, sus obras, con sus maneras
de despedir a sus muertos y de educar a sus hijos, de cocinar, de poner apodos,
de recordar, de soñar y de amar, hacen cultura; desde el hombre en el andamio a
la señora que hace el guiso. La obra de Héctor David Gatica, abreva en el
genuino fervor cultural de su pueblo, así, en la Memoria de los Llanos hallamos
la sabiduría del arriero: “si pudiera juntar las noches sueltas/ que se han ido perdiendo entre los años/ ensillar
los caminos/ ser arriero del viento y del olvido”; del alambrador: “Tenazas
callosas/ las manos de los Flores/ tiranteando las cuerdas del potrero”; del
cavador de pozos: “Vivió en los pozos, buzo de arcilla,/ buscando el agua de
hondas napas frías/ y fue poniendo marcos de cansancio/ en los costados lerdos
de los días” Los desposeídos conforman
una parte central de la poética del Gatica del sur riojano: "Yo compartía
la vida de hombres que trabajaban en los obrajes, carreros, hacheros,
carboneros y si bien un tiempo me parecía que conversar con ellos era una cosa
insulsa, porque me había dedicado mucho a la literatura universal, me di cuenta
después que lo que realmente a mí más me enriquecía, eran esas conversaciones
simples de toda aquella humilde gente"
Sin embargo, la obra de Héctor David Gatica no acaba en el paisaje
humano de los habitantes de su comarca, ni en la colorida geografía de La
Rioja, Gatica se mete en la Historia grande de su provincia, a través de la
Poesía, de modo que evoca a Juan Facundo Quiroga:“Fue un general de noches/
armadas con su nombre/ galopando/ cinchadas al sobaco/ de un corazón
rebelde” y a un militante riojano
desaparecido en la última dictadura: “desde la noche en que vinieron a
llevarte/ tu mujer sigue alimentándose de posibles regresos/ y la inocente
criatura/ para quien dejaste el ser todavía en el vientre de su madre/ ya
aprendió a caminar/ habla también/ pero no te nombra”.
Heredero de la tradición poética
riojana del grupo Calibar, considera vano definir la Poesía, ya que no puede
separarla de la existencia: “La Poesía es algo difícil de definir, por eso más
que intentar definirla he procurado vivirla” El camino de su palabra da
testimonio de la belleza y de las heridas del mundo y de la humanidad: “Como se
necesitan el crepúsculo y alguien que lo contemple/ Dios y alguien a quien
amar/ la planta y un ave que se pose y le cante/ así nos necesitamos los
amigos”.
Héctor David Gatica asegura que
la infancia siempre nos conduce y que ésta forja una especie de geografía
temática que nos dirige el resto de nuestra vida. Poeta del interior del
interior, entra tantas cosas, nos enseña que la América profunda comienza en el
sueño del poblador de la pequeña comarca: “Y cuentan los abuelos desde el
simple/ recinto de sus barbas y apero/ que éste fue un pastizal de altura
intacta/ donde andaban sin rumbo los arrieros”.
Ante tanta información de la
nada, tanta publicidad de cosas que no necesitamos, hay un antídoto: la obra de
Héctor David Gatica, un poeta de la memoria entre los fundadores del olvido.-
(Pedro Patzer).-
Quizás su Cantata Riojana, con música de Ramón
Navarro, sea la obra donde el autor se inmortaliza en el homenaje, la entrega,
la proyección histórica. Es en 1985 que aparece el disco y el 24 se presenta en
el Teatro Sussex recién estrenado. Recorre, luego, las provincias Argentinas,
llega al Teatro Colón, al San Martin, a canal 9, etc. y hoy es un ejemplo de
admiración para los riojanos y América Latina. Y esta obra de importancia
fundamental en la cultura argentina narra la historia de La Rioja desde la
fundación hasta el retorno de la democracia. En 2010 los autores suspendieron
su presentación por no encontrarse de acuerdo con la minería a cielo abierto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario