Este
día fue instituido como el Día Nacional del Mate en conmemoración del
nacimiento del comandante guaraní Andresito Guazurarí (1778-1821). Fue
gobernador de la provincia grande de Misiones de 1815 a 1819, Fomentó la
producción y dio gran impulso a la comercialización de la yerba mate. Hijo
adoptivo de José Gervasio Artigas, Andresito escribía su nombre « Andrés
Guacurarí y Artigas », y de esta forma firmaba los documentos oficiales de su
gestión como gobernador. El apellido « Guacurarí » se pronuncia « Guazurarí ».
Lo llamaban simplemente Andresito.
Es un merecido reconocimiento a una infusión
profundamente arraigada en las costumbres y tradiciones de nuestro país. Es
más, el hábito de matear es incluso previo a la colonización, ya que fueron los
aborígenes guaraníes quienes introdujeron al “hombre blanco” en el consumo de
la yerba mate.
Tomar mate implica mucho más que beber una infusión.
Tomar mate es un gesto de amistad, de cordialidad; un sinónimo de encuentro que
trasciende edades y estratos sociales. Además, gracias a sus reconocidas
propiedades antioxidantes y energizantes,
tomar mate también implica incorporar al cuerpo una serie de beneficios
para la salud. Científicos argentinos y de otras partes del mundo cuentan con
trabajos que destacan las virtudes del mate. Y muchos de ellos ya están
investigando de qué manera se puede aprovechar sus propiedades en el desarrollo de alimentos funcionales y
también en planes nutricionales que potencien sus efectos benéficos.
Fue precisamente esta combinación de valores
sociales, culturales y saludables la que
llevó al Congreso de la Nación a sancionar el año pasado la Ley 27.117 y disponer que el día 30 de
noviembre de cada año se celebre el “Día Nacional del Mate”, en conmemoración
del nacimiento del caudillo Andrés
Guacurarí y Artigas, más conocido como “Andresito”.
De familia guaraní, “Andresito” nació el 30 de
noviembre de 1.778 en Santo Tomé (Corrientes) y gobernó la denominada Provincia
Grande de las Misiones.
La norma fue publicada en el Boletín Oficial en
febrero de este año, por lo cual el próximo lunes será la primera vez que
celebraremos el día de nuestro fiel compañero de jornada. Y este no es un dato menor, ya que mediante esa
legislación en todos los eventos y actividades oficiales de índole cultural, se
promocionará el consumo de mate y por supuesto, también se hará hincapié en la
bebida como representativa de las tradiciones nacionales.
Una infusión muy saludable
En la Argentina se consumen alrededor de 256
millones de kilos de yerba mate, lo que implica un consumo anual per cápita de
unos 6,4 kilos. La yerba mate está presente en más del 90% de los hogares y su
consumo, sobre bajo la forma de mate tradicional, aporta al organismo gran
cantidad polifenoles, vitaminas del complejo B, potasio, magnesio y xantinas.
Los polifenoles actúan como un poderoso antioxidante, que ayudan a aumentar las
defensas y a disminuir el envejecimiento celular.
Las vitaminas del complejo B ayudan al cuerpo a
aprovechar mejor la energía de los alimentos ingeridos. El potasio y el
magnesio son sustancias indispensables para el correcto funcionamiento del
corazón.
Las xantinas (cafeína, teobromina) son compuestos
que estimulan el Sistema Nervioso Central; es decir, apuntalan al esfuerzo
físico e intelectual.
Los orígenes del mate
Los orígenes del mate se remontan a la cultura de la
etnia guaraní. Las hojas de la planta de yerba mate (Ilex paraguariensis) eran
utilizadas por los aborígenes como
bebida, y eran objeto de culto y ritual, y moneda de cambio en sus trueques con
otros pueblos prehispánicos: los incas, los charrúas y aún los araucanos a
través de los pampas, recibían yerba elaborada de manos de los guaraníes.
Caá en lengua guaraní significa “yerba”, pero
también significa planta y selva. Para el guaraní, el árbol de la yerba es el
árbol por excelencia, un regalo de los
dioses. Tomar la savia de sus hojas era para ellos beber la selva misma.
Los conquistadores aprendieron de los guaraníes el
uso y las virtudes de la yerba mate, e hicieron que su consumo se difundiera en
forma extraordinaria al punto de organizarse un intenso tráfico desde su zona
de origen a todo el Virreinato del Río de la Plata.
Más tarde los religiosos jesuitas introdujeron el
cultivo en las reducciones distribuidas en el norte de la Argentina, y Sur de
Paraguay y Sudoeste brasileño. Fueron los grandes responsables de que la Yerba
Mate Fuera conocida en el mundo civilizado, en donde llegó a conocérsela como el
"té de los jesuitas".
Recién en 1903 en Santa Ana (provincia de Misiones)
se realiza la primera plantación moderna de yerba mate. Hasta entonces y aún
por muchos años, la yerba que se consumía provenía de la selva, de plantas
silvestres que crecían en manchones con gran densidad de árboles, llamadas
islas.
La explotación irracional, en la que la tala de los
árboles fue moneda corriente por siglos, ter-minó insumiendo por completo el
recurso que parecía inagotable. Sólo con las plantaciones racionales, los
cultivos de yerba volvieron a hallar su lugar en la historia.
La costumbre del mate ha permanecido inalterada
desde tiempos remotos y por cinco siglos de historia, arraigándose cada vez más
en los usos del sur de Sudamérica y extendiéndose a lugares lejanos.
La leyenda de la yerba mate
Sostienen los investigadores que hace más de mil
años, los aborígenes guaraníes iniciaron una larga migración hacia el sur desde
el corazón de las selvas sudamericanas: quizás desde la meseta del Mato Grosso,
donde se separan las aguas que se encauzan hacia el norte, hacia las selvas
amazónicas, y las que descienden hacia el sur, a la cuenca del plata; o quizás
desde más al Norte todavía.
Fue, tal vez, durante ese periplo que los guaraníes
dieron nacimiento a una de las leyendas
que explica el origen de la planta de yerba mate. Como es característico
de su cultura, esta historia se transmitió oralmente de generación, hasta
llegar a nuestros días.
“Hace mucho tiempo, una tribu nómada decidió dejar
la región que habitaba desde antaño. Sin embargo, un anciano no se sintió con
la energía suficiente para seguir a su gente. Entonces la tribu dejó a Yar, tal
era el nombre del anciano, en la compañía de su hija Yarí, que se negó a
abandonarlo. El anciano construyó un refugio primitivo con sus propias manos, y
ambos continuaron con su acostumbrado modo de vida en medio de ese entorno
salvaje y primigenio.
Un día, al anochecer, apareció un extraño ser. El
color de su piel era raro y también su vestimenta, en relación a lo que estaban
acostumbrados. A pesar de ello, padre e hija lo trataron con deferencia,
ofreciéndole su hospitalidad desinteresada y los mejores alimentos que tenían
en su humilde morada.
Ocurrió que el extraño era el mismísimo “Tupá”, el
dios bueno, que quería conferirles un presente milagroso y permanente. El poder
mágico del presente permitiría contar siempre con los medios para recibir y atender
a sus visitantes; así como también les ayudaría mitigar el largo período de
aislamiento. Así hizo que una nueva planta creciera en la selva, y luego les
enseñó a preparar una bebida tónica y estimulante que pasaría a ser, con el
tiempo, un símbolo de bienvenida para los huéspedes de la casa. Ungió a la
bella Yarí como diosa protectora (Caa Yarí) y a su anciano padre, como su
custodio.
Los dulces cuidados y la protección constante
prodigados a las plantas, lograron que las plantaciones de yerba mate se
multiplicaran en forma infinita. Y así es como encontramos una especie de
simbiosis en esta bebida: la mujer joven y bella, y el anciano habilidoso
revelaron, siendo dioses, la misma actitud que, por obra de sus corazones
generosos, que habían tenido siendo simples mortales. De esta manera, a partir
de la naturaleza misma, con la fuerza de sus elementos más puros y del corazón
de las plantaciones de yerba mate, los dioses nos protegen...".