Una persona sin hogar o indigente
(o, en términos que se consideran menos discriminadores y más políticamente
correctos, persona sin techo o persona en situación de calle o persona sin
domicilio fijo o persona sin domicilio bien establecido o persona sin domicilio
permanente) es aquella persona, menor o adulto y de cualquiera de ambos sexos,
que carece de un lugar permanente para residir y se ve obligada a vivir a la
intemperie, ya sea en la calle, en los portales de viviendas o temporalmente en
albergues, a causa de una ruptura encadenada, brusca y traumática de sus lazos
familiares, sociales y laborales. Este problema es más acentuado en las grandes
ciudades y suburbios, siendo menos visible en los pueblos o en el campo.
El miedo a revivir situaciones
traumáticas suele provocar en esta persona rechazo (de distintos grados, según
los casos) a volver a intentar llevar una vida laboral y a rehacer relaciones
familiares y sociales.
También la extrema indigencia a
la que le conduce esta situación es un obstáculo para ello.
Persona sin hogar es el nivel
máximo de exclusión social y marginación que realiza una sociedad moderna.
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