Se desarrolló aproximadamente entre los años 150 y 650 d. C.
Tomó su nombre del sitio homónimo a orillas del río Hualfin,
en el departamento de Belén, provincia de Catamarca, tuvo amplia dispersión
sobre la provincia de La Rioja, el norte de San Juan y los valles Calchaquíes.
Muchos de sus yacimientos arqueológicos se encuentran sobre
grandes depósitos de sedimentos que bordean los ríos, y actualmente, por
efectos de la sequía, están transformados en "barreales". En razón de
esto, Ciénaga juntamente con la Aguada, integraba lo que se dio en llamar
"cultura de los barreales".
Parcialmente contemporánea a la cultura Condorhuasi, tomo
muchos elementos culturales dándole su propia fisonomía y alcanzando un pleno
desarrollo e importante difusión cuando aquella declinaba.
Su patrón de asentamiento respondía a viviendas semisubterráneas
con planta circular aisladas o en grupos diseminados sobre las áreas de
cultivo.
Realizaron obras agrícolas de importancia donde aparecen
terrazas y canalizaciones hídricas, que hacen suponer la existencia de trabajos
comunitarios y cierta diferenciación social.
Su economía agrícola, sustentada por la irrigación
artificial, estuvo basada en la agricultura del maíz y zapallo, así como el
pastoreo de camélidos.
Mantuvieron un amplio comercio e intercambio que llegó hasta
la puna meridional y San Pedro de Atacama al norte de Chile.
En su mitología se observan dos momentos. El inicial, donde
presentan figuras zoomorfas o antropomorfas, predominando los elementos
geométricos; luego, aparecen los motivos zoomorfos de llamas, felinos y monos.
Presenta una amplia variedad en su alfarería, pero en
términos generales predomina la cerámica de color gris negruzco y decorada por
medio de incisiones. Aparte de esta cerámica gris incisa existen otras
pintadas. Una de ellas es la que presenta un engobe o baño-crema blanquecino,
sobre el que se dibujan en negro figuras geométricas o zoomorfas. Otro tipo lo
constituyen vasos de superficie natural color beige sobre la que se han pintado
dibujos geométricos simples de color rojo.
Aparecen también vasos modelados que representan tigrillos,
los que probablemente fueron copiados de los similares de la cultura
Condorhuasi, y que excepcionalmente sirvieron como urnas para la inhumación de
párvulos. Las formas más comunes en casi todos los tipos son: urnas de no más
de 40 centímetros de alto para el entierro de párvulos provistas de asas
horizontales, jarros altos y medianos y pucos o escudillas de paredes rectas o
de forma cónica.
En cerámica también fueron confeccionadas grandes pipas para
fumar hojas de algunas plantas del género nicotiana. Estas pipas están
decoradas por lo general con motivos similares a los de la alfarería incisa.
Existen otras de hornillo cónico y tubo muy corto vertical que se denominan
"incensarios"; están decoradas con caras antropomorfas de aspecto
fantástico. Figuras de simios fumando en algunos petroglifos hacen pensar que
este hábito se relaciona con fines rituales, como lo hacen en la actualidad los
araucanos.
Del basalto obtuvieron grandes láminas que, retocadas en el
borde, debieron servir para las tareas agrícolas, ya que algunas semejan picos.
Como ofrendas funerarias aparecen curiosas bolas de piedra de numerosas puntas,
similares a un arma que usaron los pueblos de la llanura pampeana y patagónica.
En el caso de Ciénaga están confeccionadas de una roca deleznable por lo que su
función debió ser otra. También aparecen en las tumbas hachas de piedra pulida
de sección cuadrangular y, en algunos casos, con agujero cuspidal, las que
debieron servir para cortar madera o para el laboreo de los campos de cultivo.
En rocas blancas como la "piedra sapo"
confeccionaron vasos de forma cónica, subcónica y de "reloj de arena"
magníficamente pulidos y de superficie muy tersa. A veces están decorados sobre
los bordes con figuras de guerreros, sobre todo en los últimos períodos ya
próximos a Aguada. Posiblemente estuvieron en relación con alguno de los ritos,
pues no son frecuentes y aparecen en pocas tumbas y sitios de vivienda.
La cultura Ciénaga contó con hábiles metalúrgicos que
fundieron hachas en forma de "T" de hoja muy delgada y otras que sólo
sirvieron como insignias. En algún momento de esta cultura debió introducirse
el bronce, lo que sin duda significó un notable adelanto técnico-cultural. Se
han encontrado adornos en oro martillado como pendientes, narigueras y figuras
ornitomorfas semejantes a una palomita con las alas extendidas. Muy frecuentes
son pinzas destinadas a la depilación facial.
En hueso se conocen pocos instrumentos, por lo general
relacionados con las artes textiles: útiles destinados a ajustar la trama del
tejido y torteros rectangulares con los clásicos motivos decorativos de la
cultura.
En las costumbres funerarias se destacan los cementerios de
párvulos enterrados en urnas de alfarería, pudiendo tener uno solo de ellos
hasta 200 enterratorios. No sabemos si se trata de niños muertos naturalmente o
si algunos fueron sacrificados, como lo revelan indicios arqueológicos.
El entierro de los adultos se realizó directamente en pozos
cilíndricos o ligeramente agrandados hacia el fondo; las ofrendas fúnebres son
a veces muy ricas y pueden ser hasta de 50 piezas de alfarería, metal y hueso.
Poco es lo que podemos decir respecto de la estructura
social de esta cultura, salvo las diferencias de status que sugieren las
distintas tumbas: algunas con un ajuar fúnebre riquísimo y otras con unas pocas
piezas de alfarería. No sabemos qué tipo de patrón sociopolítico tuvieron, pero
es evidente que para ciertas obras se necesitó una organización colectiva del
trabajo. La aparición de una metalurgia especializada del bronce hace pensar en
la existencia de una clase de artesanos, al menos hacia el final de esta
cultura.
Fuentes:
Argentina Indígena Vísperas de la Conquista. Alberto Rex
González y José A. Pérez. Editorial Paidós. 2.000.
Amerindia. Introducción a la etnohistoria y las artes
visuales precolombinas. Cesar Sonderguer ~ Carlos Punta. Editorial Corregidor.
1999
fuente:http://pueblosoriginarios.com/sur/andina/cienaga/cienaga.html
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