La fecha homenajea a María
Remedios del Valle, fallecida un 8 de noviembre de 1847, tras haber combatido
en el Ejército del Norte y nombrada capitana por el general Manuel Belgrano.
Las raíces afroargentinas
forman parte de nuestra historia y presente. Es por eso que el objetivo
principal del 8 de noviembre es reconocer el componente afro en la cultura
nacional, a través de estrategias para impulsar la participación de los
afrodescendientes y africanos en todos los aspectos de la vida sociocultural.
Carlos Lamadrid, secretario de
la Asociación de Afroargentinos Misibamba -entidad que nuclea a afroargentinos
del tronco colonial-, considera muy importante conmemorar este día “porque es reconocer
dentro de la historia argentina, un día especial dedicado a aquellos que
trajeron esclavizados, y sin embargo, se identificaron con este país y lucharon
por su independencia”.
La única mujer al frente de la
batalla
“Madre de la Patria” es el apodo
que le valió el coraje y la entrega absoluta de María Remedios del Valle, una
afrodescendiente nacida en Buenos Aires entre 1766 y 1767, que participó
activamente en la Guerra de la Independencia Argentina.
Formaba parte las “Las Niñas de
Ayohúma”, un grupo de mujeres que acompañaba al ejército y colaboraba en
diversas tareas; entre ellas se encontraba María Remedios del Valle, la única
mujer a quien el general Manuel Belgrano le permitía permanecer en el frente de
batalla.
Además de la batalla de Ayohúma,
participó en las de Vilcapugio y Tucumán, así como también del Éxodo jujeño.
Perdió a su marido y a sus dos hijos en combate y en los diferentes combates
recibió incontables heridas en su cuerpo. En 1813 fue tomada prisionera por los
españoles, quienes la azotaron por varios días por haber ayudado a huir a
oficiales patriotas en el campo de prisioneros.
Lamadrid, séptima generación de
descendiente de africanos, la define como “una heroína que demostró su valía
como mujer luchadora, como mujer defensora de la libertad de este país y como
gran compañera consustanciada con el resto de los soldados”.
Una vez terminada la guerra y
ya anciana, regresó a la ciudad de Buenos Aires donde se encontró con la
indigencia. El escritor Carlos Ibarguren afirma que vivía en un rancho en la
zona de quintas en las afueras de la ciudad, y frecuentaba los atrios de las
iglesias de San Francisco, Santo Domingo y San Ignacio, así como la Plaza de la
Victoria (hoy Plaza de Mayo) ofreciendo pasteles y tortas fritas, o mendigando,
lo que junto a las sobras que recibía de los conventos, le permitía sobrevivir.
Su suerte cambió a mediados de
la década de 1820, cuando el general Juan José Viamonte la reconoció pidiendo
limosna en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, ya hundida en una extrema
pobreza. Una vez elegido diputado, solicitó ante la Sala de Representantes que
se le otorgase a María Remedios una pensión por los servicios prestados a la
patria: le reconocieron un sueldo correspondiente al grado de Capitán de
Infantería, así como también redactaron su biografía y erigieron un monumento
en su honor.
Más tarde fue ascendida a
sargenta mayor de caballería y a comienzos de 1830, fue incluida en la Plana
Mayor del Cuerpo de Inválidos con el sueldo íntegro de su clase. El reciente
gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, fue quien decretó su
jerarquía de sargento mayor. Le aumentó su pensión de 30 pesos, y en gratitud
hacia quien la sacó de la miseria, cambió su nombre a Remedios Rosas.
Murió el 8 de noviembre de 1847
sin haber recibido en vida el reconocimiento por su colaboración en la Guerra
de la Independencia argentina. En la actualidad, por iniciativa de Octavio
Sergio Pico ―presidente del Consejo Nacional de Educación durante el gobierno
de Agustín Pedro Justo―, una calle de la ciudad de Buenos Aires lleva su
nombre, como también una escuela del gran Buenos Aires: “Capitana María Remedios del Valle” en su
honor.
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