1849: Muere en Chile el sacerdote Pedro Ignacio
Castro Barros. Participó activamente en la lucha por la independencia. Formó
parte del Congreso que reunido en Tucumán declaró la independencia en 1816.
Había nacido en La Rioja el 31 de julio de 1777.
Pedro
Ignacio de Castro Barros
Fue
un sacerdote y político argentino, miembro de la Asamblea del Año XIII y del
Congreso de Tucumán, que declaró la Independencia de las Provincias Unidas del
Río de la Plata el 9 de julio de 1816.
Nació
en Chuquis, un pueblito del entonces llamado departamento de la Costa de
Arauco, en el norte de La Rioja, actualmente en el departamento que lleva su
apellido, Castro Barros.
Estudió
en Santiago del Estero y Córdoba, graduándose de doctor en teología en 1800, y
ordenádose sacerdote a fines de ese año. Ejerció como profesor en la
Universidad de Córdoba.
Regresó
en 1804 a La Rioja, donde fundó una escuela y un colegio. De vuelta en Córdoba,
obtuvo una cátedra de filosofía en la Universidad. En 1810, el obispo Rodrigo
de Orellana lo nombró párroco de la iglesia matriz de La Rioja. Allí construyó
en tres años la nueva iglesia, actual catedral.
La
Asamblea y el Congreso
Partidario
decidido de la Revolución de Mayo, fue nombrado diputado a la Asamblea
Constituyente del Año XIII. Fue partidario de la libertad de vientres. Fracasó
en su intento de forzar la sanción de una constitución.
Fue
enviado por la Asamblea a una gira por las provincias, para infundir ánimo
revolucionario a un país que ya empezaba a cansarse de los sacrificios, y de la
política centralista del gobierno de Buenos Aires; recorrió 400 leguas a
caballo, sin resultado visible.
Fue
elegido también diputado al Congreso de Tucumán, poco después de que La Rioja
se separara de Córdoba, provincia a la que hasta entonces pertenecía. Cuando el
partido de los Villafañe y Ocampo derrocó al gobernador unitario, pidió al
Congreso la intervención de su provincia, que por esa iniciativa volvió a la
obediencia al gobierno central.
Le
tocó presidir el Congreso en mayo de 1816. Dos meses más tarde firmó el Acta de
la Independencia, y el Congreso lo envió como diputado ante el general Güemes,
para convencerlo de que se opusiera a la candidatura del coronel José Moldes
para el directorio. Fue partidario de una constitución monárquica, pero se
convenció de postergar la decisión, ante el argumento de Fray Justo Santa María
de Oro, de que primero había que consultar a las provincias.
Pasó
a Buenos Aires, como asesor económico del gobierno de Juan Martín de
Pueyrredón.
Actuaciones
posteriores
Escribió
algunos tratados sobre política e iglesia, y fue nombrado vicario de San Juan,
y luego canónigo de la catedral de Salta. En camino hacia esta ciudad, fue
apresado por una partida federal del gobernador de Santa Fe, Estanislao López,
y tomado prisionero. Se fugó a través del Chaco y consiguió llegar a Salta.
Pero debió huir por los enfrentamientos entre partidarios y opositores de
Güemes. Regresó a San Juan pero también debió escapar unos meses más tarde, por
su oposición a la política liberal de Salvador María del Carril.
De
modo que se instaló en La Rioja. Fundó allí una escuela, y la dirigió hasta que
fue nombrado rector de la Universidad de Córdoba, en 1821. Fue legislador
provincial en esa ciudad, y daba clases en el actual Colegio Nacional de Monserrat,
sin dejar de dirigir la Universidad.
Se
opuso a la llamada “reforma eclesiástica” de Bernardino Rivadavia, que
interpretaba como era una forma encubierta de apoderarse de los bienes de la
Iglesia. Dirigió un periódico, El Observador Eclesiástico, desde donde atacó a
Rivadavia y sus aliados.
Recorrió
la nueva diócesis de Cuyo, ayudando al obispo a establecer su organización.
Tuvo una gran influencia sobre Facundo Quiroga, y fue tal vez quien más influyó
para que éste declarara la guerra a muerte contra el partido “impío” de
Rivadavia.
Cuando
José María Paz ocupó el gobierno de la provincia de Córdoba, se pronunció en su
favor (lo que lo alejaba de Quiroga). Por consejo de Paz fue nombrado vicario
de la diócesis de Córdoba por la legislatura.
Vencida
la Liga Unitaria del Interior fue llevado prisionero a Santa Fe. El gobernador
López le permitió moverse con libertad, e incluso predicar en un templo frente
a todo el gobierno. Desde allí atacó el sistema federal, por lo que el caudillo
le dio tres horas para que se embarcara hacia Buenos Aires. Al llegar a
destino, el gobierno lo confinó en un barco por varios meses (evidentemente, la
prudencia no era su fuerte).
Por
mediación de Tomás Manuel de Anchorena se le permitió finalmente bajar a
tierra, pero en 1833 se trasladó al Uruguay. En 1841 pasó a Chile, donde dio
clases en la Universidad de San Felipe hasta poco antes de su muerte
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