El progreso llegó por las vías
del ferrocarril. En 1857 se realizó el primer viaje entre la estación del
Parque y la localidad de Floresta, en Buenos Aires. “La Porteña” fue la
locomotora que condujo el convoy. Una multitud se dio cita en la plaza del
Parque (hoy plaza Lavalle) de la ciudad de Buenos Aires.
Era un sábado luminoso; el sol
realzaba los adornos dispuestos en la estación del Parque, y entre los
presentes era generalizada la sensación de estar presenciando un momento
histórico. El estridente sonido del silbato de la locomotora, bautizada “La
Porteña”, anunció al público que era inminente la partida.
El primer tren que circuló en la
Argentina comenzó a rodar entre los vítores y los aplausos de la multitud, que
se agolpaba a lo largo de las vías. Poco después llegaba al final del
recorrido, y todo el pueblo de La Floresta se reunió en la estación para dar la
bienvenida al tren y celebrar el acontecimiento.
Comienzan los trabajos
El Ferrocarril Oeste de Buenos
Aires (FCO), fue el primero construido en territorio argentino y el iniciador
de la extensa red ferroviaria que se desarrollaría en los años siguientes. La
locomotora bautizada La Porteña, construida en los talleres británicos The
Railway Foundry Leeds, fue la encargada de realizar el primer viaje.
Actualmente el Ferrocarril Oeste compone el Ferrocarril Domingo Faustino
Sarmiento.
Si bien la propuesta de su
construcción fue realizada por un grupo de particulares agrupados en la
Sociedad Camino de Hierro del Ferrocarril Oeste, el financiamiento fue
realizado gracias al importante aporte de la provincia de Buenos Aires, que en
aquel entonces formaba un Estado independiente de la Confederación Argentina.
En 1863 la provincia se convirtió en única dueña del ferrocarril.
El Ferrocarril Oeste fue para los
porteños una de sus mayores glorias, justificada durante los 27 años que
perteneció al Estado de Buenos Aires por toda la riqueza que llevó a la ciudad,
su eficiencia y sus tarifas más bajas que la de los ferrocarriles administrados
por firmas inglesas en el país. La presión e interés de los capitales
británicos, y el endeudamiento del Estado Argentino, fueron determinantes para
que se lo vendiera en 1890 a la empresa inglesa Buenos Aires Western Railway.
Existen discrepancias con
respecto el origen de la primera locomotora. Raúl Scalabrini Ortiz afirmaba,
por ejemplo, en su "Historia de los ferrocarriles argentinos" (1940),
que "había sido construida para la India y empleada en Sebastopol, durante
la guerra de Crimea. La difusión de la trocha ancha entre nosotros (poco
habitual en el mundo) se debe a esa circunstancia fortuita". Sin embargo varios
historiadores lo niegan.
Los trabajos para permitir la
circulación del primer tren en nuestro país habían comenzado mucho antes. En
los primeros meses de 1855 llegaron técnicos y operarios desde Europa para
construir las vías; rápidamente se iniciaron las obras, pero distintos inconvenientes
fueron dilatando los plazos previstos.
Según el contrato firmado, el
ferrocarril debía inaugurarse en enero de 1857, pero las intensas lluvias de
ese verano dañaron los terraplenes, y frustraron una y otra vez las
expectativas despertadas por el proyecto. Finalmente, en agosto la obra quedó
concluida.
Un carro tirado por 30 bueyes
llevó la locomotora del puerto a la estación. Alcanzaba una velocidad cercana a
los 25 km/h y pesaba 15.750 kg. Permaneció en actividad hasta agosto de 1889,
luego se la utilizó por 10 años sólo para maniobras. En la actualidad se la
exhibe en el Museo Provincial de Transportes que forma parte del Complejo
Museográfico Provincial "Enrique Udaondo" de la ciudad de Luján,
junto con uno de los vagones de madera.
El primer maquinista de la
empresa fue el italiano Alfonso Covassi, quien tenía experiencia de un año en
dicho trabajo al haber sido empleado en la compañía Strada Ferrata Leopoldina,
de Toscana, Italia.
La segunda locomotora que
funcionó junto a La Porteña se llamó La Argentina y Domingo Sarmiento la
transferiría en 1869 al Paraguay, junto con otras cuatro locomotoras. A las
locomotoras que se incorporaban se les daba nombres como Rauch, Libertad, Indio
amigo o una llamada Voy a Chile, debido a que un decreto de diciembre de 1868
ordenaba prolongar el ferrocarril hasta la Cordillera de los Andes. Sin embargo
nunca llegó a Chile.
El tren estaba compuesto en un
principio por 4 vagones para 30 pasajeros cada uno y una entrada central
lateral. Eran de 4 ejes, de madera, bastante lujosos en un principio y
alumbrados con lámparas de aceite. Los vagones de carga eran 12 y podían llevar
hasta 5 toneladas cada uno.
El viaje experimental del primer
convoy, formado por la locomotora “La Porteña” y dos coches -en los que viajaban
algunos pasajeros-, cubrió el trayecto de ida sin inconvenientes, pero se
produjo un accidente en el viaje de retorno. El maquinista quiso imprimirle
mayor velocidad al tren y alcanzó las 25 millas por hora, una velocidad
fabulosa para la época. Pero las vías no estaban preparadas para tamaña
exigencia: la locomotora descarriló y quedó dañado un tramo de 80 metros.
Los viajeros, entre los que se
encontraban accionistas de la empresa ferroviaria, sufrieron algunas
contusiones, pero se juramentaron mantener en secreto el incidente; no querían
que el público se alarmara.
Los técnicos realizaron las obras
necesarias para garantizar que nada semejante se produjera, y el 27 de agosto
se realizó un nuevo ensayo en privado. Esta vez el éxito coronó los esfuerzos,
por lo que se acordó que dos días después se realizara el viaje inaugural
oficial.
El tren conducido por “La
Porteña” recorrió unos 10 kilómetros. No fue mucha la distancia, pero marcó el
inicio de una actividad que alcanzó notable desarrollo, fue el motor del
progreso argentino durante la mitad del siglo XX y declinó en la última década
de la centuria.
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