1865: El ministro de la Guerra general Gelly y Obes
comunica al gobierno riojano que “cuando la república se hallaba en medio de
plena paz y con violación de la fe de las naciones, el Gobierno del Paraguay
nos declara la guerra de hecho, apresando traidoramente en nuestro territorio,
dos vapores de la escuadra argentina y haciendo fuego sobre nuestras
poblaciones indefensas”. Y al acompañar los decretos correspondientes a la
situación bélica creada, recomendaba: “para que se sirva dar sus órdenes a
efecto de que esté la Guardia Nacional pronta para ser movilizada en el momento
que se ordene”. La guerra del Paraguay tuvo en La Rioja encontrada respuesta.
El pueblo nunca quiso esta guerra y los amotinamientos de los contingentes
riojanos fue una constante. Esta guerra puede considerarse la más infame
llevada a cabo por un país. La mala diplomacia de Mitre lo llevó a firmar con
el Imperio de Brasil y Uruguay un tratado secreto en el que se establecía que
hasta la desaparición de Solano López la misma proseguiría. Más de 100.000
argentinos murieron en aquella larga guerra de la que solamente sacó partido
Brasil pues logró lo que quería: quedarse con buena parte del territorio
paraguayo y lograr el acceso al interior de Brasil para la explotación de sus
recursos. La mala política argentina contribuyendo a la ejecución de un
verdadero genocidio ningún provecho tuvo y en los esteros paraguayos moriría
gran parte de su juventud. Esa toma de conciencia por parte de los pueblos del
interior que siempre consideraron a Paraguay un pueblo amigo y fraterno llevó a
innumeros levantamientos de los contingentes que eran llevados, atados a esa
guerra y al mismo Urquiza en dos oportunidades los contingentes que había
convocado desertaron. Pocos serían los soldados riojanos que regresaron a su
tierra aniquilados hacia fines de la guerra en un encuentro con los paraguayos.
1865: El gobierno riojano acusa recibo de los
decretos nacionales a la Guerra del Paraguay, “declarando a toda la República
en estado de sitio por requerirlo así la guerra injusta a que ha provocado a la
Nación el Gobierno del Paraguay y a que el gobierno tiene que contestar para
vindicar su honor y proveer a su seguridad y defensa”. Mucho tiempo después se
conocería que esto no fue tan así y que Argentina entró a formar parte de un
cínico plan imperialista de dominación. Que poco o ningún provecho sacó de esta
guerra injusta, criticada y escarnecida por el mismo Alberdi, que escribiría
desde Paris uno de sus más dramáticos libros “El crimen de la guerra”
denunciando este verdadero atropello. Y resistida por los pueblos del interior.
La revolución de “Los Colorados” y la campaña de Felipe Varela se inscriben en
esta noble resistencia.
1867: El general en jefe del ejército del norte,
Antonino Taboada acusa recibo de la designación de Cesáreo Dávila el día 2 como
gobernador provisorio de La Rioja, luego de Pozo de Vargas y escribe: “Me
complazco altamente de que el pueblo riojano, levantándose de su postración,
haya entrado a su regeneración política principiando por hacer practica su
libertad a la altura de los pueblos soberanos”. Se felicita de la elección
hecha por el pueblo de Cesáreo Dávila y dirá finalmente que tanto él como sus
compañeros “no esquivarán derramar su sangre toda vez que la demande la
libertad del pueblo riojano”. Pero de estos personajes la historia ya ni se
ocupa, pero sí de Felipe Varela. Taboada y sus compañeros ya podrían marcharse:
llevándose eso sí de La Rioja todo lo que podían llevarse, como tan bien lo
supo contar Félix Luna. Que entre las anécdotas de esta retirada contaba que
tal fue la cantidad de bienes (ollas, pailas y muchos otros objetos) que el
ruido que producía el ejército santiagueño se escuchaba desde muy lejos. Por
otra parte las altisonantes y solemnes palabras de Taboada no lograban esconder
la realidad de los hechos pues quedaba a cargo del gobierno riojano un simple
títere que debía seguir a pie juntillas lo que disponía la nación.
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