1771: Nació en La Rioja, el general
Francisco Antonio Ortiz de Ocampo, siendo bautizado el 4 de mayo de 1771, hijo
de don Andrés Nicolás de Ocampo y de doña María Aurelia de Villafañe y Dávila. Fue
el primer General de la Patria. Participó en la lucha por la Independencia y en
la defensa de la ciudad durante la invasión inglesa de 1806. Fue nombrado
gobernador de Córdoba por la Junta Revolucionaria de 1810 y fue más tarde
gobernador de La Rioja. Murió en Chilecito, La Rioja, el 15 de septiembre de
1840.
Siendo nieto del general Andrés Ortiz de Ocampo, natural de Sevilla, que
pasó a Indias a fines del siglo XVII, contrayendo enlace en Asunción, donde fue
gobernador del Paraguay, con doña Mariana Bazán de Pedraza descendiente del
célebre conquistador Juan Gregorio de Bazán y de los Tejeda Guzmán, Vera de
Aragón, Hurtado de Mendoza y otras linajudas familias de la conquista.
El padre del cabildante de Mayo fue el Maestre de Campo Andrés Ortiz de
Ocampo y Bazán de Tejeda, Teniente de Gobernador de La Rioja, casado allí el 5
de mayo de 1753 con doña María Aurelia de Villafafie y Dávila, de las famosas
casas riojanas de esos apellidos y descendiente de los Toledo Pimentel que
procedían del primer Duque de Alba.
Luchó por primera vez durante la reconquista y defensa de Buenos Aires
contra la segunda invasión inglesa (1807) como capitán del cuerpo de arribeños
(Buenos Aires).
En junio de 1810 fue puesto al mando del Ejército Auxiliar a las
Provincias — que luego sería el Ejército del Norte — y fue ascendido a general.
Avanzó rápidamente con un pequeño contingente hacia Córdoba para sofocar la
contrarrevolución dirigida por Liniers y Juan Gutiérrez de la Concha. Fue muy
eficaz en arrestar a los dirigentes del grupo, incluido el obispo de Córdoba,
Rodrigo de Orellana. Acompañaba la expedición una Comisión Representativa de la
Junta que contaba a Ortiz de Ocampo (como Presidente de la misma), Hipólito
Vieytes (Delegado del Gobierno), Feliciano Chiclana (Auditor de Guerra) y
Vicente López y Planes (Secretario).Pero se negó a ejecutar a los prisioneros,
como le había ordenado la Junta por iniciativa del secretario Mariano Moreno. No
sólo los cordobeses le pidieron clemencia, sino que los mismos Liniers y
Gutiérrez de la Concha eran sus amigos y compañeros de luchas desde 1806.
Desobedeciendo órdenes de la Junta, envió los prisioneros a Buenos Aires.
Alarmada por el posible efecto del todavía muy popular Liniers en la capital,
la Junta envió rápidamente a Juan José Castelli a hacerse cargo de las
ejecuciones y a Antonio González Balcarce a reemplazar a Ocampo como jefe del
Ejército.Tras la ejecución de los reos en proximidades de Cruz Alta (Córdoba),
Ocampo siguió como comandante nominal del Ejército hasta la batalla de
Suipacha, pero Balcarce tenía el poder real. El cargo oficial lo asumió a
principios de 1811.
Castelli envió a Ocampo de regreso a Córdoba, para ejercer como gobernador.
Pero muy pronto bajó a la capital, ya que había sido electo diputado por La
Rioja a la Junta Grande. No tuvo casi actuación en la misma, sino que tomó el
mando de un regimiento, que poco después adoptaría el nombre de Reg. Nro 2 de
Infantería.Cuando Saavedra marchó al norte, fue el comandante de armas de la
ciudad y provincia de Buenos Aires. Después de la caída de la Junta, fue por
corto tiempo gobernador militar de Rosario de Santa Fe. Fue uno de los jefes
(junto a José de San Martín) de la revolución del 8 de octubre de 1812, que
derribó al Primer Triunvirato. Después de la batalla de Salta fue designado
gobernador de Chuquisaca. En noviembre de 1813 tuvo que huir por las derrotas
de Vilcapugio y Ayohuma. En febrero de 1814, el Director Supremo Gervasio Posadas
lo nombró gobernador de Córdoba. No tuvo una gobernación pacífica, por la
oposición del partido de los hermanos Funes (autonomistas moderados), y al de
José Javier Díaz y Juan Pablo Bulnes, (federales). Éstos últimos llamaron en su
auxilio a José Artigas; en realidad, Artigas no quería ni podía invadir
Córdoba, pero escribió al gobernador una carta amenazando con hacerlo, lo que
lo obligó a renunciar. En su lugar fue electo José Javier Díaz. Intentó
organizar la recuperación de su mando desde La Rioja, pero tras fracasar se
retiró a Mendoza. Allí colaboró con San Martín en la gobernación de Cuyo.
Fue de los que votaron por la deposición del Virrey Cisneros.
Hasta los desastres de Vilcapugio y Ayohúma fue Presidente de Charcas, y
en 1814 volvió a ocupar la gobernación interina de Córdoba, cargo que se vio
obligado a abandonar ante la invasión del caudillo oriental José Gervasio de Artigas.
Como Coronel Mayor - grado que alcanzó en 1815 -, Ortiz de Ocampo estuvo en
Mendoza bajo las órdenes de San Martín, quien por entonces organizaba su
Ejército de los Andes. Ese mismo año se hizo cargo de la gobernación mendocina,
por enfermedad del Libertador, y meses después se retiraba del servicio activo,
aunque quedó agregado a la plaza de Córdoba, de donde pasó en 1816 a la de San
Juan.
Retirarse del servicio activo no significaba, necesariamente, abandonar
por completo su actividad. Es así como a fines de 1818 asumió la gobernación de
su provincia natal, en 1819 comenzó el cuerpo cívico de Córdoba, y en Enero de
1820 depuso al gobernador Gregorio González, ocupando nuevamente el poder de la
Rioja.
En 1820, la provincia declaró su autonomía nombrando como primer
gobernador a Francisco Antonio Ortíz de Ocampo. Fue el primer general de la
Nación, se lo nombró como jefe de la Campaña del Alto Perú y renunció cuando le
ordenaron fusilar a Liniers por la sublevación de Córdoba.)
Se mantuvo en la gobernación hasta ser derrocado, a su vez, por el
caudillo Juan Facundo Quiroga, y entonces se trasladó a Buenos Aires, para
descansar y tratar de cobrar sueldos militares que se le adeudaban. Retornó,
sin embargo, a Córdoba. Cayó prisionero debido a la revolución de 1826 en la
provincia mediterránea, pero la victoria de José María Paz, en Bustos (1829),
le permitió volver a ejercer el mando de un regimiento. En 1831, no obstante,
volvió a la calidad de prisionero, esta vez de Quiroga. Cuando salió en
libertad, decidió no intervenir más en la vida pública.
Sus últimos años los pasó en la hacienda de Anguinán, ubicada en el
departamento riojano de Chilecito, donde murió el 15 de Septiembre de 1840, ya
septuagenario.
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