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viernes, 25 de agosto de 2017

ANIVERSARIO DEL FALLECIMIENTO DE JOSÉ JESÚS OYOLA

Un día como hoy el año 1977 muere en La Rioja, José Jesús Oyola, chayero, músico, autor, compositor, pintor. Autor de “El lagaretero”, “Carnaval de cochero”, “Morada copla de ausencia”, “Luna de carnaval”, “Zamba de Arequito” y “Guitarrero viejo”, entre casi 50 temas registrados. Un busto lo recuerda en su casa “Challay Huasi”. Tenía 55 años.
Resultado de imagen para dia del folklorista riojano

A través de un texto escrito por Nélida Rearte de Herrera, en nombre de la comisión directiva del Instituto Mis Montañas, se rescató la figura del “Patriarca de la Chaya”, humilde y callado como la tierra que lo vio nacer pero con alma inmensa como los cielos que lo cobijaron, así fue el poeta músico de La Rioja, el que prendió a su copla los amaneceres dulces y los ocasos violetas, el que dejó en el parche un recuerdo a sus amigos, a los que como él caminaron los senderos del canto para volcar en cada chaya un mensaje de auténtica riojanidad.

De profunda vida interior supo traducir en poesía todos los momentos de su existencia, cada paisaje de su tierra y por sobre todo expresar en su canto la espiritualidad del ser argentino, que maravillado ante la Madre Natura, se inclina reverente y le ofrece su voz con la pureza de los corazones sencillos. José Jesús Oyola fue como la flor del aire que engalana los cerros riojanos y se esconde para no delatar su presencia. Pero él estará por siempre donde la copla camine la noche o el vino dulce la sangre de un guitarrero cantor.

Su obra poética musical es vastísima y en su inspiración encontraron eco los motivos tradicionales, las costumbres lugareñas, el paisaje y el hombre. Leer sus poemas es adentrarse en el corazón mismo de La Rioja, es beber la savia vivificante que nutrió su inspiración, es reencontrar el camino hacia la tierra y sentir la riojanidad que aflora en cada poro y hace vibrar el corazón. El espíritu romántico de los riojanos se vuelca en las serenatas, tradicional costumbre de antaño que aún perdura y ya sea la novia, la esposa o la madre recibe el homenaje de algún guitarrero cantor. El poeta le dio su voz cuando dice “En noche de plata y luna/De lejos se suele oír/La serenata riojana/Canciones de pago, guitarra y violín”.

Cuando el sol de febrero aprieta la tierra, el grito de Chaya anunciando el tradicional topamiento, resuena en todos los barrios de La Rioja y el canto de Don José se prende a los parches, porque nadie como él supo decir la alegría del carnaval.

Su copla es música y es danza enlazando los cuetes y la albahaca, mientras los compadres entre nubes de harina saltan el carnaval “La chaya viene llegando/Aquí la vengo a encontrar/Con un rimero de albahaca/¡Viva la chaya del carnaval!”

Su copla es voz doliente despidiéndolo al carnaval y es esperanza de un reencuentro cuando vuelva a madurar la algarroba y el coyoyo asiente su señorío efímero anunciando con su canto, al igual que el poeta “Ya se percibe a lo lejos/Caja, canto y el gritar/Llegó el día de la chaya/Va llegando el carnaval”.

José Jesús Oyola nació chayero y se fue cuando las estrellas se asomaban sobre el Velasco, dejando su mensaje prendido a todos los corazones riojanos y en tiempo de carnaval volverá a su Rioja amada en el golpear de las cajas, adonde se encienda un fogón guitarrero para decirnos “Cuando se muera un chayero/Que no lo lloren velay/Que ululen tristes las quenas/Entre valle y cardonal/Donde nacieron las cajas/Que lo escucharon cantar”.

Cuando maduran las vides y es tiempo del vino nuevo, el riojano vive la alegría de su trabajo. El recuerdo del lagar preñado de jugo fresco, de virques rebosantes, de tinajas llenas, fue temario del poeta para dejarnos páginas maravillosas de su inspiración y él mismo quiere ser parte de esa entrega y se vuelve copla, vino y chaya “El día que yo me muera/La tierra se estrujará/Como estrujo yo adentro el lagar/Las uvas del viñetal”.

“Patriarca fundamental de copla y cantares” ha dicho un escritor de José Jesús Oyola ante la vastedad de su obra, la mayoría inédita, como la de tantos riojanos que siguen esperando la mano del destino para entregar a su pueblo lo que la tierra les dio y ellos engalanaron con su pluma.

Conocedor de paisajes y amante de la pureza, supo adentrarse en las quebradas y huaycos o caminar los llanos polvorientos y encontrar la grandeza de Dios en la roca y el cardón, en las aguas cristalinas del arroyo, en la greda calcinada, en una flor.

Cada rincón riojano fue cantado por el poeta y se volvieron zamba “A los Molinos”, “Nochecitas de Anjullón”, “Cochangasta”, “Famatina”, “Chuquis”, y otras donde la pluma plasmó la belleza agreste del lugar, el sentir del hombre, sus penas como en “Zambita de los Barriales” tierra sedienta y calcinada de La Rioja, que en la voz del poeta es un canto de fe “Añejas esperanzas/Soñar represas llenitas de agua/Las nubes llegan y pasan/Como un adiós de pañuelo y zamba”.

Al igual que todos los seres de profunda vida interior, nuestro poeta músico conoció y comprendió al hombre de su tierra, se identificó con su sentir, compartió sus momentos y le puso a sus desvelos y cuitas, a sus alegrías simples, a su trabajo hecho de sol y de greda “Carrero, es tu destino el andar/Sobre tu carro de ruedas/Guiando tu cadenero/Vadeando en el arenal”.
Le cantó al hombre que conoce el hablar de la tierra y el monte, “El Rastreador”, al hombre que sabe trenzar soles, estrellas y luceros para hacer las prendas de su apero, al arenero, de piel bruñida de sol, al chango de Udpinango cosechador de algarroba a quien le dice “Prendido en el seno de tu algarrobal/sos churo y moreno como humo del horno/Del horno que cuece el dulce patay”.

Al minero de Famatina a quien le pregunta “Minero que bregas solo/decime que buscas vos/que estrella te va guiando/al fondo del socavón”.

José Oyola le puso música a la labor del peón viñador, al alojero, al simbrero, a la dulce telera que entrelaza en su urdimbre sus sueños simples, al nogalero “canto de amor vegetal” y al alfarero con esa profundidad propia de un buceador de sentimientos le dice “Que oficio noble es el suyo/Cochurar greda en silencio/Modelando al son de tus manos/Los sueños que llevas dentro”.

Amaba el paisaje de su tierra y se metía en él para consustanciarse con su belleza y con el hombre. Fruto de esa búsqueda fueron sus recopilaciones musicales que ya integran el cancionero nacional.

En síntesis “está aquí la obra de un poeta músico que honra a La Rioja, cuya inspiración la encontró en la tradición de su pueblo. A sus coplas el riojano las hace suyas porque son la expresión de su sentir. Oyola creó con proyección de tiempo, basándose siempre en las fuentes, que le da autenticidad como proyección” señaló Nélida Rearte de Herrera.

Posiblemente en cada provincia hermana existen hombres como José Jesús Oyola que se nutren con la savia de su tierra y su voz es llama votiva de las tradiciones más puras. Espíritu sensible que tiene algo de Dios porque su obra no es de hoy, sino de siempre. Nuestro poeta vivió así, adorando a su tierra, adhiriéndose a ella hasta el viaje final cuando su voz se vuelve súplica “Cuando yo me apague ¡Oh, Rioja del alma!/Llevarme siquiera en mis ojos tu luz/Para que mi canto, en el último viaje/Se alumbre la senda con tu Cruz del Sur”.


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