Pedro Ignacio de Castro Barros, un
Hombre de la Iglesia y de la Patria. Nuestro representante en Tucuman
Según la investigación realizada
por el chuqueño Juan A. Ortíz en su "Cartas y Algo Mas", Castro
Barros siguió actuando como acompañante y componedor en la crisis política de
La Rioja. En una de esas cartas decía: a su "amigo y dueño de todos mis
afectos, el señor Comandante Don Juan Facundo Quiroga", y en otra le
aconsejaba: "...haga callar toda pasión, desconfianza y resentimiento y
conságrese solamente a la salud del pueblo que es la suprema ley".
Sufrió persecusión política por
el lado del federalismo y por su oposición a Rivadavia, a pesar de haber
declarado: "No he sido, ni soy, ni seré jamás monarquista, ni unitario, ni
federal, sino solo un patriota constitucional católico romano".
En 1831, despojado de todo cargo,
aún el eclesiástico, lo llevan preso, junto con varios ciudadanos del quehacer
político de la época, a la provincia de Santa Fe, a una especie de barco que
hizo de cárcel. Rosas lo saca de ahí y determina que no podía salir de la
ciudad de Buenos Aires.
Argumentando problemas de salud
pide permiso para viajar a Uruguay donde ejerció su ministerio. Allí se dedica
a predicar dando ejercicios espirituales basados en las enseñanzas de San
Ignacio de Loyola.
En 1841 viaja a Chile donde el
Arzobispo Vicuña lo acogió con gran amabilidad y hospitalidad. Allí trabajó
siempre con espíritu apostólico recorriendo desde Santiago hasta La Serena,
predicando hasta que sus fuerzas ya eran escasas.
Durante 4 años sufrió los
padecimientos de una cruel enfermedad, falleciendo el 17 de abril de 1849.
Santiago le dió sepultura digna, primero en la Recoleta y luego en la Iglesia
del convento de Las Rosas donde lo llevó su sobrino nieto que le hacía de
secretario, el Padre José Vitaliano Molina.
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